En la Navidad celebramos un gran acontecimiento, el nacimiento del Hijo de Dios, y como tal podemos descubrir su ceremonial en la Biblia.
Y al margen de este ceremonial, en este tiempo litúrgico conviven otras muchas acciones que nos anuncian que La Navidad ha llegado, tal y como lo escribo en este artículo.
El ceremonial es el conjunto de reglas y formalidades contempladas para la celebración de determinada solemnidad. Siguiendo las enseñanzas de María Teresa Otero Alvarado, todo ceremonial se fundamenta en tres elementos:
- Elementos espacio-temporal.
- Elemento personal.
- Elemento normativo.
El elemento espacio-temporal aporta a la ceremonia las condiciones estéticas determinadas. En este grupo se encuentran los elementos materiales, como la escenografía, mobiliario, decoración, coreografía o símbolos, y los inmateriales, como la música, olores, iluminación o efectos especiales.
El elemento personal hace referencia a la etiqueta y a los signos de identidad que individualizan y socializan a la vez a los participantes en el acto. Hablamos del perfume, los ornamentos, movimientos, la vestimenta y gestualidad.
El elemento normativo son las reglas de ordenación espacial y temporal que rigen las ceremonias.
A continuación, vamos a descubrir los elementos del ceremonial que el Nuevo Testamento nos ofrece en relación al nacimiento.
Elemento espacio-temporal
La adoración al Niño Jesús se celebra en un pesebre.
Y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. (San Lucas 2:7).
La música del acto son los cánticos de los ángeles.
Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él». (San Lucas 2:13).
Elemento personal
Como gestualidad del momento podemos nombrar cuando la Virgen envuelve al Niño en pañales.
Y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales. (San Lucas 2:7).
Elemento normativo
La normativa es la causa por la que estas acciones se desarrollan en Belén.
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. (San Lucas 2:1).
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre. (San Lucas 2:4).
La invitación
Gracias a los testimonios de los evangelistas, también podemos determinar cómo los diferentes asistentes a este momento fueron invitados.
Por un lado, tenemos a las «autoridades» que son invitadas directamente.
Jesús había nacido en Belén de Judá durante el reinado de Herodes. Unos Magos que venían de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo». (San Mateo 2:1).
Y, por otro lado, nos encontramos al resto de invitados que son convocados por un comunicado oficial.
De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. (San Lucas 2:9).
La repercusión
Como ocurre con todo evento, la repercusión mediática en la sociedad es de gran importancia, ya que ayudan a que el mensaje del acto llegue a un mayor número de gente.
Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño. Y cuantos los oían se maravillaban de lo que les decían los pastores. (San Lucas 2:16).
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