Cuando leí el titular «Una botella de champán provoca el enfado de Alcaraz y el momento más surrealista de la final de Wimbledon», pensé que se trataba de una anécdota exagerada. Sin embargo, al adentrarme en la noticia, la realidad resultó ser aún más llamativa.
El descorche de una botella de champán no solo interrumpió a Carlos Alcaraz, nos ha dado a todos una oportunidad para reflexionar. En tiempos donde el espectáculo amenaza con devorar al deporte, defender el protocolo, el respeto y el comportamiento ejemplar del público es más urgente que nunca.
Wimbledon y el protocolo
Wimbledon, símbolo de tradición, etiqueta y excelencia, tiene normas claras en su código de conducta respecto al comportamiento del público. Entre las indicaciones se incluyen:
- guardar silencio absoluto durante los puntos,
- evitar comportamientos antisociales o molestos,
- no consumir alcohol en exceso,
- y abstenerse de introducir vasos o botellas sin abrir en las gradas.
Sorprendentemente, y aquí el matiz surrealista del caso, el torneo permite la entrada de alcohol. Cada persona puede acceder con una botella de vino o champán (750 ml), o el equivalente en cerveza o cócteles enlatados. Lo más chocante es la indicación que, según el periodista que cubría la final, el juez de silla manifestó: «Por favor, no abran botellas de champán cuando el jugador está a punto de sacar». Es decir, ¿en cualquier otro momento sí pueden hacerlo?
Este episodio genera una contradicción fundamental: por un lado, se exige un nivel máximo de silencio y respeto; por otro, se permite introducir alcohol y realizar actos ruidosos e inoportunos como puede ser descorchar una botella en mitad del juego.
¿Dónde queda el respeto al deporte?
El tenis, como el golf o el bádminton, pertenece a una categoría de deportes donde la concentración y el silencio del entorno son condiciones esenciales para el rendimiento del jugador. La actitud del público no debería ser una amenaza para el desarrollo del juego, sino un apoyo respetuoso que contribuya a la calidad y al valor del encuentro deportivo.
No se trata de eliminar el disfrute del espectador, sino de encontrar un equilibrio entre la celebración del juego y el respeto por quienes lo protagonizan. La ingesta de alcohol, aunque controlada en cantidad, puede derivar en comportamientos inadecuados.
La importancia de un protocolo claro y conocido
El comportamiento del público, especialmente en deportes que exigen respeto y silencio, debe estar regulado no solo con normas sino con una comunicación clara y accesible. Una guía de conducta para los asistentes no debe ser un documento de difícil localización en la web oficial, sino una herramienta visible, integrada en la experiencia del espectador desde el momento en que compra su entrada.
Lo que está en juego no es solo el confort del jugador, sino el prestigio del propio deporte. La actitud del público es parte de la puesta en escena de una competición. Su respeto o su falta del mismo contribuye directamente a la percepción que se tiene del deporte en cuestión.
Un reflejo social preocupante
Desgraciadamente, el comportamiento inadecuado del público no es exclusivo del tenis ni de los adultos. Lo vemos en partidos de fútbol base, en competiciones infantiles, en gradas escolares. Gritos, insultos, presión sobre árbitros y jugadores. Una cultura de agresividad que va calando y normalizándose.
Por eso es importante proteger a los pocos deportes donde aún prima el respeto. Porque si perdemos esos espacios de concentración, silencio y admiración por el juego limpio, perderemos mucho más que un punto en una final de Wimbledon.
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