Cuanto más mayor me hago, más convencida estoy de la perfección del recién nacido. Cuando nacemos lo hacemos todo perfecto, y sin esfuerzo, vamos perdiendo facultades conforme nos vamos haciendo adultos. Una de los actos que a los padres más nos pone nerviosos de nuestros bebés son sus chillidos. ¡Qué pulmones! ¡Qué capacidad pulmonar! Son expresiones que decimos cuando el niño empieza a gritar con todas sus ganas. En la actualidad, cuando oigo gritar a un niño de esta manera, siento envidia. ¡Ojalá yo respirara igual que él!
La correcta respiración es la base para hablar bien, ya que conseguimos dilatar nuestros pulmones, tal y como explica la profesora de yoga, Concepción Bacuñana Ruiz, quien afirma que “con una respiración amplia y diafragmática tienes más oxígeno y no te da ansiedad”.
La respiración diafragmática es la ideal para hablar, y es la respiración del recién nacido. Sin embargo, “los bloqueos de ansiedad, miedo, preocupación, negatividad, van habituando a nuestro cuerpo a hacer una respiración insuficiente”, explica Concepción Bascuñana.
Cuando tenemos que hablar en público solemos ponernos nerviosos y gracias a la respiración consciente vamos adquiriendo confianza y tranquilidad. Concepción Bascuñana matiza que esa confianza la adquirimos con la práctica porque “con la respiración vas a coger, poco a poco, la confianza y tranquilizas la mente, y con la experiencia misma vas a ir cogiendo confianza. La experiencia es la que te da la confianza”.
Para Concepción “la respiración adecuada tiene que ser lenta, equilibrada en velocidad, profunda y sobre todo una exhalación también”.
Entre la documentación sobre la respiración que Concepción Bascuñana me ha mostrado durante la entrevista me ha llamado la atención la siguiente cita: “Se puede considerar que empezamos a vivir con la primera respiración y terminamos con la última”.