Cuando se organiza un acto hay que tener en cuenta los elementos espacio-temporal, personal y normativo, como señala Mª Teresa Otero Alvarado. Y en relación a estos componentes me gustaría compartir con vosotros unas líneas sobre el espacio-temporal, concretamente sobre la decoración.
Hace tiempo me viene rondando por la cabeza escribir sobre la ornamentación de las iglesias con motivo de las bodas. ¿El motivo? No me gusta, ni considero respetuoso, tratar el presbiterio como si fuera el escaparate de una floristería: centros florales encima y a los pies del altar, en el Evangelio, en la Epístola, en los reclinatorios… Decisión que depende del profesional y de los novios pero cuya responsabilidad no recae en ellos, sino del párroco que consiente tal transformación estética del templo y de identidad de la celebración.
Personalmente, me inclino por un altar limpio, es decir sin arreglos florales, con su correspondiente mantel blanco, candelabros y el crucifijo. Sin embargo, esto no está sujeto al gusto del consumidor, sino a unas indicaciones recogidas en la Ordenación General del Misal Romano sobre el ornato del altar con el objetivo de que la decoración del mismo no impida a los fieles ver lo que se hace en él. Apunto algunas de estas recomendaciones:
- En Adviento el altar se puede adornar con flores aunque con moderación.
- En Cuaresma, se prohíbe adornar el altar con flores, salvo el cuarto domingo de Cuaresma, las solemnidades y las fiestas.
- Se debe evitar colocar los arreglos florales sobre la mesa del altar, mejor se pondrán cerca de ella.
304. Por reverencia para con la celebración del memorial del Señor y para con el banquete en que se ofrece el Cuerpo y Sangre del Señor, póngase sobre el altar donde se celebra por lo menos un mantel de color blanco, que en lo referente a la forma, medida y ornato se acomode a la estructura del mismo altar.
305. Obsérvese moderación en el ornato del altar.
El lienzo blanco del altar tiene un significado concreto, entender el altar como la mesa del Señor que nos invita a un banquete. Se tiene conocimiento documental del uso del mantel blanco para el altar desde el siglo II, y del siglo VI se conserva el mosaico de Rávena que representa un altar cubierto con mantel blanco.
En referencia al uso de las flores en la iglesia, estas no tienen significado simbólico alguno, son pura ornamentación cuyo objetivo es honrar a Cristo y a los mártires. Esta tradición de mostrar respeto con las flores está recogida en la Traditio Apostólica del año 215, en donde se describe cómo los cristianos llevaban rosas y lirios como ofrendas al altar.
Como conclusión, es necesario recordar, y tener presente, que el altar es la mesa en donde se celebra el sacramento de la eucaristía, y no un espacio material que escenificar.