Ser Comunicación

Peligro: el seudoanfitrión como anfitrión

Cuando vamos a un acto como invitados no podemos ejecutar acciones que corresponden al organizador del evento. Esta afirmación que, desde mi punto de vista, es de sentido común, parece que no lo es tanto en el mundo de la política.

Os pongo en antecedentes. El alcalde de Alicante asiste como invitado al acto de clausura del Congreso Internacional La Voz del Reino. El escenario de esta celebración se organiza sin la presencia de banderas oficiales. El alcalde envía a un agente municipal, según versión de un periódico que podéis leer en este enlace, a alcaldía para coger la bandera de España y la de la Comunidad Valenciana. A los minutos, estas banderas pasan del despacho del edil al escenario del evento.

Esta actuación ha provocado reacciones a favor del alcalde alicantino en diferentes redes sociales. También ha sido noticia en los medios de comunicación. Todas ellas, al margen de la finalidad del acto, se enfocan en torno a la presencia de determinadas autoridades y a sus enfrentamientos políticos. Nada que ver con la celebración de clausura. Y poca visión de riesgo por parte del organizador, la Generalitat Valenciana.

Titulares como Las Corts celebran en Alicante los 600 años de la Generalitat entre las críticas del PP y el boicot de CS. O Bronca política por la presencia de Roger Torrent en un acto en Alicante. O Barcala califica el acto de clausura del 600 aniversario de la Generalitat Valenciana de “respaldo al independentismo”. Son un ejemplo de cómo el objetivo de un evento cae en desgracia.

Además, en todas las informaciones que he consultado tampoco se aportan datos correctos en torno a esta celebración de clausura. Por desgracia, la imagen y el mensaje del evento fue el sietemachos del invitado y la capitulación del organizador.

Aniversario de la Generalitat

El Congreso Internacional La Voz del Reino se enmarca dentro de los actos conmemorativos por los 600 años de historia de la Generalitat Valenciana. El acto institucional de este aniversario se celebró el pasado día 22 de marzo de 2018. El lugar elegido fue el Convento de Santo Domingo de Valencia. Misma fecha y mismo lugar que hace 600 años, cuando se creó la Diputación General, es decir, la Generalitat.

En este acto, que como he dicho anteriormente y quiero remarcar, institucional sí estuvieron presentes los símbolos oficiales, bandera de España y de la Comunidad Valenciana, y el retrato del rey Felipe VI.

Congreso Internacional

La sesión inaugural del Congreso Internacional La Voz del Reino se produjo el 21 de octubre en el Paraninfo de la Universidad de Valencia. El acto no contó con la presencia de ningún símbolo oficial. Y siguiendo esta línea de actuación, el organizador tampoco decidió su uso en la clausura. La pregunta es ¿por qué la inauguración se desarrolló con total normalidad y la clausura no? Pues por los invitados.

En la sesión de clausura estaban programadas las intervenciones de varios presidentes y consejeros regionales. Estas autoridades eran de Aragón, Cataluña, Cerdeña, Islas Baleares, Nápoles, Occitania, Sicilia y Valencia. Algunos de ellos, por razones políticas e ideológicas, en manifiesta confrontación con otros invitados, entre ellos el alcalde de Alicante. Además, el edil era el seudoanfitrión. El acto se desarrolló en el Castillo de Santa Bárbara, de titularidad pública.

Quizás, este papel de seudoanfitrión le llevó a la confusión de que podía tomar decisiones en torno al acto. O podríamos decir: es mi casa y en ella hago lo que me da la gana. El acto se celebraba en unas instalaciones municipales pero su organizador no era el Ayuntamiento de Alicante, sino la Generalitat Valenciana. Esto significa que solamente la Generalitat tiene autoridad sobre el evento.

Mi opinión

Según mi entender, los responsables de estas consecuencias son tanto el anfitrión como el seudoanfitrión. El anfitrión por no percatarse de la caja de Pandora organizada con la lista de invitados. También por no ejercer la autoridad que le correspondía en su acto. Y el seudoanfitrión por no aceptar, o conocer, su función como tal.