La imagen personal está condicionada por los sentidos, y así la percibimos.
La vista es el primer sentido que utilizamos cuando nos relacionamos por primera vez con alguien. Y cada uno fijamos la atención en una parte determinada de la persona a la que nos presentan para buscar información sobre ella. Unos la buscan en los ojos, otros en las manos…
La vista es lo primero, todos conocemos el dicho «una imagen vale más que mil palabras». Pero esto no es del todo cierto. Necesitamos de todos los demás sentidos para recibir información completa y veraz sobre la persona a la que queremos conocer. Necesitamos del tacto, del olfato, del oído tanto como de la vista para conocer con exactitud a una persona.
Al igual que necesitamos darnos a conocer por todos los sentidos, estos ofrecen información que se van complementando unos con otros para dar una comunicación creíble, para dar una comunicación veraz. Además, precisamente es el sentido de la vista el que más nos engaña, el que nos puede dar información distorsionada, que no concuerda con la realidad.
Aguna vez todos hemos sentido y comentado «no sé que es, pero ese chico no es de fiar», o no me convence, o no me gusta. Esto sucede porque la información que esa persona nos está enviando a través de su imagen no es coherente. Por ejemplo, la información que nos llega a través de su imagen externa, se contradice con la que emite a través de su comportamiento.
Cuando hay una disonancia de información, esa persona emite un mensaje de incoherencia y esto se nota.
Existen muchos estudios sobre qué es lo primero en que nos fijamos cuando observamos a una persona. Cuando vamos por la calle andando y de frente se va acercando una persona, el sentido de nuestra vista la recorre de abajo a arriba, es decir, empezamos a observarla desde los pies hasta la cabeza. En cambio, si esa persona está sentada, el recorrido que hacemos con la vista es al contrario, en esta ocasión será de arriba a abajo.
El oído.
Cuando una persona está fuera de nuestro campo visual, lo primero que percibimos de ella son los sonidos. El sonido que produce al andar; al mover objetos, como sillas o puertas; al hablar por teléfono. Es frecuente reconocer a la persona con la que convives diariamente por su ruido al andar o por el ruido que hace al abrir la puerta.
El olor.
Otra característica que percibimos de las personas que no se encuentran dentro de nuestro campo visual es el olor. ¡Cuántas veces en el ascensor hemos comentado que Fulanita se ha vuelto a pasar con el perfume!
La vista.
En cuanto a lo primero que percibimos de una persona cuando está dentro de nuestro campo visual es el movimiento, su porte, su expresividad corporal y gestual. Su movimiento al andar, su expresividad al hablar, su manera de sentarse y de levantarse.
Lo segundo que se percibe es el volumen, el color y las formas.
Cuando la persona se va acercando a nosotros, la observación se dirige hacia el rostro, ojos, manos y a los componentes de la figura en una lectura de arriba abajo.
El tacto.
La calidad táctil de la persona observada será percibida de forma opcional: cómo toma los objetos o al saludar.
Los sentidos y nuestra imagen.
Toda la información que recibimos de todos estos sentidos: el oído, el olfato, la vista y el tacto no tienen que ser contradictorios, tienen que unirse de tal forma que la imagen que percibamos de la persona sea completa y veraz, que no nos sintamos engañados.
La imagen personal debe ser creíble. Si nuestra imagen no es veraz, nosotros no seremos nunca creíbles, auténticos, por mucho que nos esforcemos.