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El palio, insignia mayor del metropolitano

La Iglesia católica está integrada tanto por personas físicas como jurídicas. En el primer caso podemos citar al arzobispo y en el segundo a la archidiócesis .

El arzobispo es un obispo que está al frente de una provincia eclesiástica. Este territorio aglutina varias diócesis siendo una de ellas la principal. Esta recibe el nombre de archidiócesis y está presidida por el arzobispo.

El arzobispo por su misión gobernadora en la provincia eclesiástica recibe el nombre de metropolitano, tal y como recoge el canon 435 del Código de Derecho Canónico:

Preside la provincia eclesiástica el metropolitano, que es a su vez arzobispo de la diócesis que le fue encomendada; este oficio va anejo a una sede episcopal determinada o aprobada por el romano pontífice.

Si quieres saber más sobre los tratamientos, te animo a leer el artículo Los tratamientos y títulos eclesiásticos.

Al arzobispo le corresponde la insignia mayor del palio, como nos explica el canon 437.1:

El Metropolitano, personalmente o por medio de procurador, está obligado a pedir al Romano Pontífice el palio, que es signo de la potestad de la que, en comunión con la Iglesia Romana, se halla investido en su propia provincia.

El palio

El palio es la insignia más excelente del oficio pontifical. Se trata de una faja blanca de lana adornada con seis cruces que se coloca sobre los hombros.

El uso del palio está reservado para los metropolitanos y para el patriarca latino de Jerusalén. También tienen derecho a su uso el decano del Sacro Colegio Cardenalicio o al cardenal a quien le corresponda realizar el rito de la «ordenación episcopal del Sumo Pontífice si, al ser elegido, no es aún obispo», indica las Letras Apostólicas Inter Eximia.

La bendición del palio por parte del papa se realiza, por tradición, durante la misa de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, el 29 de junio.

En referencia a la ceremonia de la imposición del palio, esta «se hace dentro de la celebración de la Eucaristía en la iglesia catedral del Obispo, o en otra iglesia más adecuada de su territorio por el Obispo a quien la Sede Apostólica le haya encomendado este oficio», explica el Ceremonial de los obispos.

El rito de imposición del palio

La ceremonia del rito de la imposición del palio está recogida en el Ceremonial de los obispos en los siguientes términos:

  1. La Misa se celebra con el rito estacional.
    Uno de los diáconos lleva el palio en la procesión de entrada, y lo coloca sobre el altar.
  2. En un lugar adecuado del presbiterio se prepara un asiento digno para el
    Obispo a quien la Sede Apostólica confió el oficio de entregar el palio.
    El mismo preside la celebración hasta la imposición del palio.
  3. Terminado el canto de entrada, el Obispo a quien se le encomendó el oficio de imponer el palio, saluda al pueblo como de costumbre y con breves palabras le explica el sentido de lo que se va a efectuar.
    Luego, el diácono, si la entrega del palio se une con la recepción del Obispo en su iglesia catedral, se acerca al ambón y lee el Mandato apostólico, el cual todos escuchan sentados.
    Al final aclaman: Demos gracias a Dios o de otra forma adecuada, según las costumbres del lugar.
  4. Leído el Mandato apostólico o, si la entrega del palio no se hace en la
    recepción del Obispo en su iglesia catedral, inmediatamente después de la monición del que preside, el elegido se acerca al Obispo a quien se le confió el oficio de imponer el palio, se arrodilla ante él, que está sentado con mitra, y hace la profesión de fe y el juramento, según la forma contenida en las Letras apostólicas.
  1. Cumplido lo anterior, el Prelado recibe del diácono el palio y lo impone sobre los hombros del elegido, diciendo esta fórmula:
    Para gloria de Dios omnipotente,
    y para alabanza de la bienaventurada siempre Virgen María
    y de los Bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo,
    en nombre del Romano Pontífice, el Papa N.,
    y de la Santa Iglesia Romana,
    para honor de la Sede N., a ti confiada,
    en señal de la potestad arzobispal,
    te entregamos el palio tomado del sepulcro del bienaventurado Pedro,
    para que lo lleves dentro de los confines de tu provincia eclesiástica.
    Sea para ti este palio símbolo de unidad
    y señal de comunión con la Sede Apostólica.
    Sea vínculo de caridad
    y aliciente de fortaleza,
    para que el día de la venida y revelación del gran Dios,
    y Cabeza de los Pastores, Jesucristo,
    poseas con las ovejas a ti confiadas,
    el vestido de la inmortalidad y de la gloria.
    En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
    R/ Amén
  2. Luego, omitido el acto penitencial y, si se juzga conveniente, el Señor, ten
    piedad, el Arzobispo que recibió el palio, inicia, si debe decirse, el himno: Gloria a Dios en el cielo.
    La Misa continúa como de costumbre.

Fotografía: infovaticana

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