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El dolor no debe empobrecer una despedida

Hay semanas, o días, en nuestra vida que son especialmente dolorosas desde el ámbito emocional. Y en esos momentos debemos sentir el cariño y el calor de las personas que nos quedamos en este mundo y que nos reunimos para despedir a un amigo o familiar común. Y para conseguirlo debemos seguir unas normas que ayudan a organizar un escenario en el que hasta el último detalle es importante.

Se denomina velatorio al acto de velar al fallecido. Generalmente se sitúa el féretro en una habitación, Capilla Ardiente, ocupando el centro de la misma y rodeado de bancos o asientos para las personas que van a acompañar al difunto. Su decoración debe ser sencilla con los motivos religiosos acordes a la religión del finado y con los arreglos florales adecuados. En este aspecto “junto al féretro se sitúa la corona familiar, generalmente a los pies, la corona institucional en la cabecera y alrededor sólo las coronas o ramos florales realmente significativos”, explica Carlos Fuente Lafuente quien recuerda que se colocarán un máximo de seis coronas mortuorias.

Respecto a la ubicación de los asistentes al funeral en la iglesia, los familiares se situarán “en los bancos de la izquierda según se mira al altar, y las autoridades en los de la derecha”, comenta Carlos Fuente. En este acto no se colocan carteles de reservado genéricos en los bancos, “sino que una o varias personas de la organización se encargan de custodiar hasta su momento los sitios”. Al finalizar el oficio religioso “los familiares se alinearán cerca de la puerta de la iglesia, para que desfilen ante ellos los asistentes y les testimonien su pésame”, expone Montse Solé en su libro “Saber ser. Saber estar”.

Tanto en el funeral religioso como en el civil es de gran calidad humana que “un familiar, pariente próximo o amigo pronuncia una glosa de despedida”, comenta Carlos Fuente. También es de agradecer que se recuerde el valor humano y profesional del fallecido, al igual que la familia puede pronunciar unas palabras de agradecimiento. Se trata de un momento difícil en el que “lo que desearíamos es que nos dejaran solos con nuestro propio dolor, pero existen ciertos formalismos que hay que atender”, declaración de Montse Solé con la que estoy totalmente de acuerdo.

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