Sucias, deshilachadas, retorcidas de dolor en su propio pie. ¡Lástima de visión! ¡Lástima de gestión!
Puede ser una metáfora visual sobre los enfermos que son atendidos en este centro sanitario público y, también, sobre las personas que lo administran.
La imagen de la fachada produce en el ciudadano desasosiego, tristeza y decrepitud, por lo menos a mí. Y es, precisamente, estas sensaciones las menos favorables para la presentación de un centro de especialidades.
En esta ocasión, no se trata de otro caso más al margen de la Ley 39/1981 en referencia a la colocación de las banderas. Es más grave. Tal y como nos señala el artículo primero de la citada norma, las banderas simbolizan «la nación; es signo de la soberanía, independencia, unidad e integridad de la patria y representa los valores superiores expresados en la Constitución», a saber, libertad, justicia, igualdad y pluralismo político.
¿Dónde queda eso en este uso de las banderas? ¿Quién les ha quitado su dignidad? ¿Quién vela por ellas?
Si por la ley que regula el uso de la bandera de España se obliga a que esta ondee en el exterior de todos los edificios y establecimientos de la administración central, institucional, autonómica, provincial o insular y municipal del Estado, ¿por qué no se custodia su uso y estado?
Pobre España. Pobre Comunidad Valenciana. Pobre Europa. Prefiero mil veces soñar con vuestros rojos, amarillos y azules vibrantes que veros con lástima en la fachada de un edificio público, por muy legal que sea.