Se habla, se escribe y se enseña el arte de la oratoria o las técnicas de hablar en público. Estas materias despiertan un gran interés tanto a nivel personal como profesional. Por desgracia, nos hemos obsesionado tanto en ellas que hemos abandonado el significado, la importancia y la eficacia del diálogo. La actualidad política española es ejemplo de ello.
El diálogo es la conversación entre dos o más personas que, alternativamente, manifiestan sus ideas u opiniones distintas e irreconciliables con el objetivo de llegar a acuerdos o comprensión mutua.
Es necesario asumir y comprender que el diálogo es una oportunidad para aprender. Esta aceptación nos lleva a un diálogo adecuado y fructífero gracias al cual evitamos prejuicios y discusiones ya que nuestra búsqueda se centra en la obtención de una «relación positiva con la otra persona si quieres conseguir lo que necesitas. Tienes que transformar al adversario con el que estás discutiendo en un socio que trabaje contigo», explica Xabier Amador en su obra Yo tengo razón, tú no, ¿y ahora qué?
El diálogo es el método de entendimiento más eficaz que existe entre las personas. Solamente hay que escuchar al otro y razonar. O dicho con más precisión, aplicar el método LEAP de Xabier Amador, es decir Listen-Emphatize-Agree-Partner (escuchar, empatizar, ponerse de acuerdo y colaborar).
Esta actitud a adoptar por parte de los interlocutores tiene que estar basada en el respeto si se quiere conseguir avances. Cuando uno de ellos se siente intimidado, ninguneado o menospreciado el diálogo eficaz es inalcanzable. Xabier Amador comparte en su libro los hábitos saludables a practicar si queremos convertirnos en expertos dialogantes:
- Dejar de insistir en que tienes razón: «Cuando insistes en que tienes razón, lo único que consigues es que la otra persona levante sus defensas y se obstine en su propio punto de vista.»
- No insultar ni emplear términos ofensivos: «Cuando empezamos a emplear términos ofensivos, la gente se pone a la defensiva, se enfada más y se vuelve más rígida.»
- No usar formas absolutas: «Emplear formas absolutas es como apretar el botón que quita el sonido de tus cuerdas vocales. Sigues moviendo los labios, pero no se oye nada.»
- Escuchar sin defenderte: «Si te encuentras diciendo `pero´, es muy probable que te estés defendiendo en vez de escuchando.»
- Reflejar lo que has oído: «Ésta es una de las formas más eficaces de bajar la temperatura de una discusión y, al mismo tiempo, de que alguien se abra a tu punto de vista.»
Cuando establecemos un diálogo la finalidad del mismo no es inculcar unos conocimientos o convencer sobre una idea. Dialogar es ir en busca de un convenio favorable para todos las personas implicadas.