Viendo por televisión un partido de fase de grupo del equipo femenino en la disciplina deportiva de waterpolo, me llama la atención como una de nuestras jugadoras viste un bañador visiblemente pequeño para su entrenado cuerpo. Su apariencia es diferente al resto de sus compañeras de equipo.
A los pocos minutos de mi pensamiento y durante la retransmisión en directo por Teledeporte (tdp) del partido de waterpolo femenino los comentaristas hacen referencia a una curiosidad, de tantas que existirán, de los Juegos Olímpicos. Esta anécdota hace referencia al vestuario de los deportistas españoles.
En la organización española de las Olimpiadas existe un responsable del vestuario de los deportistas, quienes una vez llegados al destino, en esta ocasión Río de Janeiro, esperan con impaciencia e ilusión su maleta para ver el contenido de la misma.
Este responsable debe recibir la talla de cada uno de los deportistas para que reciban el vestuario de competición correspondiente a su cuerpo. Según los comentaristas, esta persona no debe recibir dicha lista o no la debe tener en cuenta ya que en esta ocasión, parece ser que anteriores ediciones también, varios deportistas han recibido tallas erróneas, generalmente medidas más pequeñas a la adecuada. Este es el caso de la deportista de waterpolo.
Estas equivocaciones, o formas de trabajar, se deben corregir ya que el mal resultado del trabajo no repercute directamente a quien lo ha realizado, sino a quien va dirigida esa labor. Siguiendo con esta reflexión, considero que el encargado de la comentada misión bien poco le importa el bienestar de los deportistas y poca consideración tiene hacia las aspiraciones y esfuerzos de los jugadores.
Existen misiones que, en primer lugar, no es tan importante ser un buen profesional sino ser una buena persona.