De las imágenes que nos han llegado de la XXX Cumbre Hispano-Lusa me quedo con la que encabeza estas líneas. El motivo de esta elección es la colocación de las banderas. Ya sé que desde la barrera las cosas se ven diferentes y, además, es mucho más fácil hablar. Sin embargo, mi reflexión a dicha colocación va encaminada a aportar otra visión.
Como siempre decimos, no existen dos actos iguales y no existe una única solución. Ramón de Campoamor decía que «todo depende del cristal con que se mire». Aunque eso sí, en nuestro caso siempre acorde a la normativa.
La colocación de las banderas que se ven en la imagen está correcta. Su ordenación es primero España, país anfitrión; segundo Portugal, país invitado; y tercero Europa, por deferencia. No se puede decir nada al respecto porque, como he dicho, está perfecto. Esta colocación se repite a ambos lados de la sala, a la izquierda y a la derecha, enmarcando la escena prevista.
Si analizamos la fotografía, vemos al presidente del Gobierno español sentado a la derecha de la imagen y justo detrás de él la bandera de Portugal. Por su parte, el primer ministro de la República portuguesa está sentado a la izquierda de la escena y justo detrás de él la bandera de Europa. Y es aquí donde la imagen a mí no me cuadra.
Coherencia en el uso de banderas
En esta ocasión considero que prescindir de la bandera europea hubiera sido lo más acertado. Primero por el carácter del encuentro. Segundo por la comunicación no verbal que aporta los símbolos oficiales con respecto a sus autoridades. Es decir, al ser un número par, la bandera más cercana al presidente hispano sería la de su país, y la bandera más cercana al primer ministro luso sería la del suyo.
Según mi opinión, esta imagen es un fiel reflejo de lo acontecido en esta escena.
No existe obligación de ubicar la bandera de Europa con las banderas oficiales, si se hace es por deferencia a su significado y valor. Por esta razón, no podemos entender su disponibilidad como algo usual. Es necesario estudiar bien el acto y comprobar si la bandera europea aporta valía al acto o si, por el contrario, desvirtúa su significado. Un mensaje que debe estar plasmado con coherencia, tanto en la acción del acto como en la imagen del mismo.
Fotografía: Pool Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa
©PortugalBueno2018
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