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A una madre nunca se olvida

Una de las tradiciones de los colegios católicos, que tienen la suerte de poseer en sus instalaciones de un espacio para la oración y la adoración al Señor, es llevar flores a la Virgen sobre todo durante el mes de mayo. Es uno de los mejores recuerdos de mi paso por el colegio Eskibel de San Sebastián, y ha sido uno de los momentos más bonitos que mi niño pequeño experimentó hace unos días.

Los alumnos del ciclo infantil del Colegio Diocesano Santo Domingo de Orihuela (Alicante) llevaron una flor cada uno a la Virgen en un acto sencillo y lleno de alegría, tal y como son los niños en estas edades. Esa mañana mi pequeño salió de casa desbordado de entusiasmo con su gerbera naranja. Durante todo el recorrido iba mostrando orgulloso su obsequio al que pasaba por su lado a la vez que decía con su media lengua “para la Virgen del cole”. Y cuando, por fin, llegamos a su clase su carita se llenó de asombro y de felicidad plena al comprobar que sus compañeros también llevaban su flor. Fue un momento mágico para él y para mí una lección para recordar, revivir y manifestar que nuestra Madre nos está esperando para abrazarnos y llenarnos el corazón de Amor.

En este sentido quiero recordar cómo Benedicto XVI declaró hace unos años que el catolicismo no puede existir sin una actitud mariana y que ser católico significa ser marianos. Esta afirmación la realizó el Santo Padre durante la celebración del 70 aniversario de la Congregación Masculina Mariana «María Anunciada» de Ratisbona (Alemania). Durante el acto el Papa afirmó que «María es la gran creyente. Recogió la misión de Abraham de ser creyente y concretó la fe de Abraham en la fe en Jesucristo, indicándonos así a todos el camino de la fe, el valor para confiarnos a ese Dios que se entrega en nuestras manos, la alegría de ser sus testigos, y luego su determinación de permanecer firme cuando todos han huido, el valor de estar al lado del Señor cuando parecía perdido, y de dar así, el testimonio que llevó a la Pascua«, tal y como informaba el Servicio de Información del Vaticano.

Y si hablo de devoción mariana tengo que nombrar al beato Juan Pablo II y su “Totus Tuus” (Todo Tuyo) que nos enseñó a amar a la Virgen y a tenerla presente siempre como ejemplo.

En estos tiempos tan difíciles y complicados que estamos viviendo, y por los que todas las noches pido a Dios no perder la fe ni caer en la desesperación, me gustaría poder recostarme en el regazo de mi Madre y nunca olvidar que “María ha creído realmente que nada hay imposible para Dios, y con esta confianza se ha dejado guiar por el Espíritu Santo en la obediencia diaria a sus designios. ¿Cómo no desear, para nuestra vida, el mismo abandono? ¿Cómo podríamos no anhelar aquella felicidad que nace de una profunda e íntima familiaridad con Jesús? Por eso, dirigiéndonos hoy a la «llena de gracia», le pedimos que obtenga, también para nosotros, de la Divina Providencia, poder pronunciar cada día nuestro «sí» a los designios de Dios, con la misma fe humilde y sincera con la que la Virgen pronunció el suyo. Ella que, acogiendo la Palabra de Dios en sí misma, se ha abandonado sin reservas, nos guíe a una respuesta cada vez más generosa e incondicional a sus proyectos, también cuando estamos llamados a abrazar la cruz”, declaró Benedicto XVI en la tradicional procesión con el rezo del Santo Rosario al concluir el mes mariano.

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