Al finalizar las Primeras Comuniones y entrar el calor las iglesias sufren un descenso de presencia de creyentes. Y no es algo pasajero. Todos los años ocurre lo mismo. Este domingo en la misa de las 11.00 de mi parroquia, San Vicente Ferrer de Orihuela (Alicante), el sacerdote llamó la atención sobre este hecho. Se trata de la Misa familiar, en donde durante todo el año asisten los niños con sus catequistas y padres, y a la cual puede asistir quien quiera ya que es una Eucaristía muy bonita y participativa por parte de los críos. Cuando finalizan las Comuniones los niños desaparecen. Este comportamiento de los padres demuestra que para la mayoría de ellos la Primera Comunión es más un acto social que un acto sacramental.
Nuestro párroco, José Antonio Moya, en la última reunión con los padres de los niños que hacían este año la Primera Comunión nos dejó muy claro que si alguno de nosotros no estábamos dispuestos a educar a nuestros hijos en la fe y a ser consecuentes con esa educación y seguirla en el futuro, éramos libres de levantarnos y de irnos. Ninguno se levantó ni replicó, comportamiento que dejó claro la aceptación de nuestra obligación hacia nuestros hijos de acompañarles en su camino en la fe. La mayoría de ellos no han cumplido, ni cumplirán su palabra. ¡Cómo podemos ser tan farsantes!
El papa emérito Benedicto XVI declaró en su día que «la crisis que vivimos trae consigo los rasgos de la exclusión de Dios de la vida de la gente, una indiferencia general ante la fe cristiana, hasta el intento de marginarla de la vida pública. (…) Además, a menudo se verifica el fenómeno de personas que desean pertenecer a la Iglesia, pero que están fuertemente determinadas por una visión de la vida que contrasta con la fe«, según informaba el Servicio de Información del Vaticano.
El Santo Padre afirmaba que evangelizar y hacer apostolado en la actualidad es más “complejo que en el pasado” y que “a aquellos que siguen unidos a las raíces cristianas, pero viven una relación difícil con la modernidad, es importante hacerles entender que ser cristiano no es una especie de traje que se usa en privado o en ocasiones especiales, sino algo vivo y totalizador, capaz de asumir todo lo que hay de bueno en la modernidad”.
Reconozco que cuando llega el buen tiempo y los domingos nos vamos a la playa, y que a partir del mes de julio el fin de semana desaparecemos de Orihuela. Esto supone un cambio en nuestras costumbres que requieren una adaptación a la nueva situación y que, como todo cambio, requiere su esfuerzo y motivación. Es el caso de la misa de los domingos, una cita con el Señor y con la Virgen que en este época solemos colgar el cartel de “cerrado por vacaciones”.
Me culpo de hacer uso de ese cartel y me da rabia. Por mi situación profesional que mis hijos acaben su curso académico no me supone un gran problema, como lo definen otros padres. Para mí es tiempo de disfrutar más de ellos y de hacer actividades juntos que en otros meses del año no tenemos tiempo de hacer. Se trata de la época ideal para conocernos y disfrutar juntos. ¿Por qué no aplicar este mismo objetivo en la relación con mi Padre y mi Madre?