El hombre es el único animal del mundo que tiene la gran suerte de poder sonreír. El ser humano, al estar predestinado a relacionarse con los demás, ha desarrollado su capacidad de sonreír convirtiéndola en el arma más poderosa que tenemos para acercarnos a los demás.
Existe un proverbio árabe que dice: “la sonrisa cuesta menos que la electricidad, y da más luz”. Muy acertado. Tenemos que practicar la sonrisa, desde que nos levantamos hasta la hora de acostarnos. Es muy fácil que las personas más cercanas a nosotros estén a gusto con nuestra compañía. Solamente es necesario sonreír. Nadie ha decidido venir a este mundo, ni tampoco decide el momento de irse. Una de las decisiones importantes que tomamos en esta vida es con quién la vamos a compartir. Entonces, ¿por qué no sonreír?
El gesto seco, arisco, nos distancia, hace que los demás se alejen de nosotros. Además, las personas que se muestran siempre enfadadas, son más feas. ¡Es verdad! Si conocéis a alguien con esta actitud pesimista ante la vida, ¡fijaros! Sabed que para mostrar un semblante áspero hace falta mover sesenta y siete músculos de la cara, mientras que para sonreír sólo hacen falta trece. Esto significa un ahorro bastante importante en arrugas. Además, una persona optimista siempre saldrá ganando en amigos, y en belleza. El gran escritor irlandés Sterne dijo: “Cada vez que una persona sonríe, cada vez que se ríe, añade algo a la duración de su vida”, y además la hace más agradable, ya que nos proporciona el placer de tener amigos.
Sin embargo, en este contexto no entra a formar parte la risa irónica, cuyo objetivo es la humillación personal. Tampoco las carcajadas que resultan molestas y desagradables a las personas que están en nuestro entorno, y que les llega a molestar, ya que dichas carcajadas han pasado del plano contagioso al absurdo. Esta forma de actuar es una muestra de falta de dominio sobre uno mismo y de mala educación.
Al igual que el optimismo es una cualidad personal en el trato social, también lo es la amabilidad, la prudencia, la serenidad y el dominio sobre sí mismo, entre otras. A veces, la sociedad en la que vivimos, camufla la falta de educación con la espontaneidad y la naturalidad.