El Santo Padre, en su primer domingo de descanso vacacional en Castel Gandolfo, durante el rezo del Angelus junto a los fieles que le acompañaban reflexionó sobre la frase “Nemo propheta in patria”, (Nadie es profeta en su tierra), en relación a “la dificultad de los habitantes de Nazareth para reconocer la divinidad de Jesús y el escándalo que suscitaba entre ellos que “el carpintero”, hijo de María, que había vivido entre ellos predicase como un profeta”, informa el Servicio de Información del Vaticano.
Benedicto XVI, durante el análisis del citado capítulo de la vida de Jesús, se pregunta “¿Cómo es posible que no reconozcan la luz de la Verdad? ¿Por qué no se abren a la bondad de Dios que quiso compartir nuestra humanidad? De hecho, el hombre Jesús de Nazareth es la transparencia de Dios; Dios vive en Él plenamente. Y mientras nosotros buscamos siempre otros signos, otros prodigios, no nos damos cuenta de que el Signo verdadero es Él: Dios hecho carne, Él es el milagro más grande del universo: todo el amor de Dios encerrado en un corazón humano, en un rostro humano”, señaló el Papa.
Estas declaraciones vinieron a mi memoria cuando, a través del perfil de un amigo en el Facebook, leo el siguiente titular: “Le diagnosticaron cáncer pero rechazó el tratamiento para salvar la vida de su bebé: acaba de morir”. Pincho en el enlace y termino de leer la información. A parte de sentir admiración por esta persona y por su decisión, me llama la atención tres apuntes: es periodista; trabaja en la delegación de los medios de comunicación del Obispado de Córdoba; y es natural de Córdoba.
Les hablo de Bárbara Castro García, una mujer a la que he conocido a raíz de su fallecimiento, así que no sé si en su caso se puede aplicar el “Nadie es profeta en su tierra”, pero en lo que sí estoy segura es que “todo el amor de Dios” está encerrado en el corazón humano de Bárbara, en el rostro humano de Bárbara.
Creo que es bueno que todos conozcamos a Bárbara Castro García y, por esta razón, me he puesto en contacto con la Delegación de Medios de Comunicación Social de la Diócesis de Córdoba para que me ayudasen a difundir esta información en mi blog. Ellos son los redactores del siguiente obituario y los que me han facilitado la imagen de su compañera Bárbara. Gracias.
Nuestra amiga y compañera Bárbara Castro García ha fallecido esta mañana en Madrid a los 31 años, tras dos años luchando contra el cáncer, desde la fe y la esperanza.
Bárbara nació en Córdoba el 18 de febrero de 1981, y con apenas nueve años ya mostró su interés por la danza española, lo que la llevó en varias ocasiones a la Casa de los Hermanos de la Cruz Blanca a bailar para las personas atendidas por los Franciscanos.
Terminó la licenciatura de periodismo en el 2005, y ese mismo año comenzó a trabajar en la que ha sido su casa hasta la actualidad, la Delegación de Medios de Comunicación Social de la Diócesis de Córdoba, desde donde ha desarrollado una importante labor para hacer cercano a la sociedad cordobesa el anuncio de la Buena Noticia y la actividad de la Iglesia. El amor a su vocación de periodista y su fortaleza interior le llevó durante este tiempo a compaginar trabajo con el estudio obteniendo el Doctorado en Periodismo por la Universidad CEU San Pablo, con la calificación de Sobresaliente “Cum Laude”, con la defensa de la Tesis Doctoral: “Los sentimientos religiosos como límite al ejercicio de la libertad de expresión”. A partir del año 2009, compaginó su trabajo en la Delegación de Medios con las clases en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas “Beata Victoria Díez” de Córdoba, siendo profesora de la asignatura “Medios de Comunicación”.
En el año 2009 contrajo matrimonio con el arquitecto Ignacio Cabezas, con el que tuvo una hija. Durante el embarazo, cuando todo era alegría y proyectos extraordinarios, el aguijón de la enfermedad truncó un futuro esperanzador. No obstante, anclados en el corazón de Cristo, fuente inagotable del amor, apostó primero por la vida de su hija y después inició un calvario muy doloroso y extenuante, que a imagen de Jesucristo le ha llevado a la muerte. En todo momento ha mantenido una fe inquebrantable, ha sido el aliento y la esperanza para todos los que la han rodeado durante esta larga y penosa enfermedad. El pilar, el cayado sobre el que se ha sustentado durante este tiempo no ha sido otro que el amor hasta el extremo de su esposo.
Bárbara vive, y no vive sólo en nuestro recuerdo, vive en Dios. Padre bueno, Señor de la Caridad, que la abrazó con ternura durante su vida y que hoy mismo le ha abierto las puertas del paraíso. Los ángeles han salido a su encuentro y la Virgen Santísima le ha entregado la corona del triunfo, porque Ella, mejor que nadie, sabe qué implica dar la vida por amor.
Tus compañeros te recuerdan entre el dolor de la ausencia y la alegría de la fe, que brota del acontecimiento más importante de la historia de la humanidad que es la resurrección de Cristo. Agradecemos todas vuestras oraciones y os pedimos que sigáis rezando por ella porque es el mejor bien que podemos hacer por su alma y por su familia. Sabemos, que Bárbara desde el cielo seguirá contemplándonos con su sonrisa y velando por todos. Te queremos Bárbara.
Descanse en paz.