En la actualidad, cuando invitan a las familias a determinados actos sociales en donde se incluye una comida, por norma general se prepara una mesa para los niños. Comuniones, bodas o simplemente reunir a la familia para celebrar todos juntos un cumpleaños, por ejemplo, son los casos típicos en los que a los enanos se les aparta de sus padres a la hora de comer.
La decisión de formar una mesa de menores puede tener varios motivos, desde “que los niños estén juntos p ara que estén mejor”, hasta para “que dejen a los mayores tranquilos”. Esta última suele ser la decisión mayoritaria. Sin embargo, se trata de una gran equivocación por varias razones. La primera, se transmite a los niños el mensaje de que en las reuniones familiares, o sociales, molestan y tienen que ser separados. Es decir, no son importantes. La segunda, se pierde una oportunidad de oro para enseñarles a comportarse en la mesa fuera de casa.
A partir de los tres años los niños ya tienen cierta habilidad para manejar los cubiertos y beber en vaso. Es decir, pueden comer solos, pero esto no significa que sepan comportarse en una mesa. La educación de los buenos modales en la mesa a la hora de comer cuesta más que aprender a trinchar un trozo de carne. Sin embargo, cuando el enano ya se defiende con el tenedor y el cuchillo pasa automáticamente a la mesa de los niños en el primer evento social en el que sus padres son invitados.
Cuando se organiza una mesa de niños en un convite, estos no comen. Juegan con la comida y los cubiertos. Ensucian la mesa. Se pelean. Se gritan. Hacen experimentos con la comida. Se levantan de su asiento. En definitiva, en lugar de comer y comportarse correctamente en la mesa por deseo propio, se ponen a hacer lo que mejor saben hacer: jugar y divertirse sin pensar en las consecuencias de sus juegos y de sus actos.
Separar a los niños de los adultos a la hora de una comida social es un gran error. Los grandes perjudicados son los niños. Pero ¿a quién beneficia esta moda de la exclusión? A los adultos que no tienen hijos pequeños y menos aún ganas de “soportar a los hijos de otros”. A los padres que si tienen hijos menores pero que, egoístamente, prefieren “quitárselos de encima durante la comida” sin importarles si sus hijos comen, si se están comportando correctamente o si están molestando a los demás. Para los padres que si les preocupa el comportamiento de sus hijos es un verdadero calvario comer en mesas separadas, ya que están constantemente pendientes de ellos mientras intentan seguir la conversación que se entabla en su mesa. Así que, no solamente se perjudica a los niños, sino también a los padres responsables ya que no se puede estar en dos sitios a la vez.
Si unos padres consideran que sus hijos deben compartir con ellos mesa y mantel, hay que decírselo al anfitrión si su intención es separar a los niños en mesas distintas a la de los adultos.
Los niños sólo tienen a sus padres para que se puedan sentir importantes y para saber que forman parte de algo tan grande como la familia. Es necesario recordar una frase de Christopher Green, autor de “Educar al niño en edad escolar”: “Trate a su hijo como le gustaría que le trataran a usted y su relación con él no se deteriorará”.