Cuando yo estudiaba periodismo en la Universidad de Navarra me sentía muy orgullosa cuando desde las otras carreras nos definían como liberales, como los raros del campus o los que viven en otra dimensión. Me hacían sentir diferente y me gustaba ya que todo aspirante a periodista, creo, tiene la intención de cambiar el mundo, como Quijote. Sin embargo, también sufrimos el encontronazo con los molinos de viento. Narración que en nuestro caso la podemos leer en el “Libro negro del periodismo en España”, del catedrático Bernardo Díaz Nosty.
Nuestra profesión se derrumba debido a varias causas, entre ellas: la relación entre periodistas y políticos, la proliferación artificial de medios por concesiones públicas, el desfase entre la oferta y la demanda de titulados universitarios y la ausencia de responsabilidad del periodista.
Las amistades que surgen entre los periodistas y los políticos se han convertido en el mayor mal del profesional, como afirma Bernardo Díaz, quien considera que la información es un elemento imprescindible para la democracia por lo que hay que defenderla y no dejarla en manos del mercantilismo. Es urgente reivindicar la “excepción democrática de la información” declara Díaz Nosty porque está ligada a los derechos y libertades públicas. En este sentido, la corresponsal política de “La Vanguardia”, Carmen del Riego, está convencida de que “el periodismo ha perdido la razón por la que se convirtió en profesión: el sentido de servicio público”, y mientras “no veamos este oficio como un servicio público no empezaremos a salir del pozo”.
Una encuesta realizada en el 2008 entre directores de prensa diaria española de pago, mostró que el 86,5% de los encuestados afirmó haber recibido presiones externas, “siendo las instituciones públicas, en la percepción de los responsables de los diarios, las que mayor intervención habían ejercido sobre los contenidos”, recoge “El libro negro del periodismo en España”, publicación en la que se afirma que “la prensa, desde la mirada de los políticos, acosa y ofrece, a cambio de patrocinios y publicidad, el acompañamiento informativo en su línea editorial”.
Los diferentes cargos políticos englobados en la Moncloa, administraciones autonómicas y municipales son los culpables de crear una “burbuja mediática” por su irresponsable creación de “un sistema de medios engordado artificialmente mediante concesiones públicas”, sin precedentes en Europa.
La apertura de nuevos centros universitarios y el gran excedente de titulados que sobrepasan la demanda natural del mercado de medios, son otros factores distintivos de la crisis de los medios en España y relacionados con la precarización laboral, porque más que una destrucción de empleo periodístico se está asistiendo a un empobrecimiento en las condiciones laborales de los periodistas por la sustitución de profesionales experimentados por recién titulados y más baratos, hasta el punto de ahorrar un 75% en el salario por puesto de trabajo. “El libro negro del periodismo en España” analiza que “el número de titulados en Periodismo generado por el sistema educativo desde mediados de los años setenta del siglo pasado se acercaba, en julio de 2011, a los 75.000. Si a ello se suman los licenciados en Comunicación Audiovisual, que compiten en el mercado de trabajo del sector, la cifra se dispara a más de 3.000 egresados anuales, cuando la demanda natural –sustituciones por jubilación- no alcanza los 600 puestos de trabajo al año”.
Esta falta de profesionalidad y de dar la espalda a los periodistas experimentados está originando un ejercicio periodístico de muy baja calidad, tanto que no debería denominarse periodismo. Para la redactora jefa de Opinión del diario “El Mundo”, Lucía Méndez, la objetividad brilla por su ausencia, lo mismo que “el respeto a los hechos” ya que “los medios fabrican sus propios hechos” y lo hacen “sin ningún tipo de complejo”. Este tipo de comportamiento conlleva la ausencia de responsabilidad ya que “los periodistas hemos reasignado nuestra responsabilidad individual”, señala Lucía Méndez.
El presidente de la Comisión de Quejas y Deontología de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), Manuel Núñez Encabo, está convencido de que a los periodistas y a las editores “les corresponde garantizar a los ciudadanos su derecho a una información plural, veraz y respetuosa con las libertades” porque “debe quedar claro que las empresas informativas forman parte del periodismo”.
La crisis económica lógicamente también es uno de los males del periodismo español por su relación directa en la caída de la inversión publicitaria. Esta circunstancia ha originado el aumento de “la dependencia de los medios impresos, con cabeceras cuyos ingresos publicitarios procedían, en un porcentaje próximo al 50%, de las instituciones públicas y de las empresas relacionadas con las distintas administraciones”, y como “asimismo, ha caído el componente municipal de la inversión, otras de las fuentes e ingresos de los minifundios mediáticos”, se puede leer en la publicación.
El panorama de la profesión periodística en España analizado por Bernardo Díaz incita al periodista a dos opciones, dejarse llevar por la corriente o plantar cara. Yo, desde mi humilde parcela, voy a trabajar para dar contenido a la segunda opción y poner en valor el periodismo ya que “la polarización política ha trasladado al seno de los medios tensiones y prácticas partidistas que alteran su función social, les restan credibilidad y desatienden el derecho a la información verificada. Esa dinámica, infrecuente en otras naciones europeas, con excepción de Italia, ha alentado la discrecionalidad gubernamental en la concesión de licencias, el manejo de la publicidad institucional y otros intercambios”.
Las ilustraciones del “Libro negro del periodismo en España” son del dibujante El Roto.