Los villancicos son una tradición musical en la época en la que nos encontramos, y no solamente se cantan en las casas, en las calles o en los conciertos navideños, sino también forman parte de la liturgia de Adviento y de la Navidad, ayudando de este modo a la participación y a la preparación de los fieles en este tiempo litúrgico.
Esta tradición es perseguida y animada por la Iglesia quien, además, fomenta «con empeño el canto religioso popular, de modo que en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas, conforme a las normas de la Iglesia, resuenen las voces de los fieles», señala el Catecismo de la Iglesia católica.
La Iglesia tiene una ancestral tradición musical y «constituye un tesoro de valor inestimable que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne», indica el Catecismo.
El canto y su vinculación con la acción litúrgica se basa en tres criterios principales:
- La belleza expresiva de la oración.
- La participación unánime de la asamblea en los momentos previstos.
- El carácter solemne de la celebración.
La música oficial de la liturgia romana es el canto gregoriano, aunque también se reconoce desde la Iglesia que los demás géneros de música sacra, en especial la polifonía, no deben excluirse de la celebración de los oficios divinos.
Un lugar destacado también lo ocupa el canto religioso popular, porque «como en ciertas regiones, principalmente en las misiones, hay pueblos con tradición musical propia que tiene mucha importancia en su vida religiosa y social, dése a esta música la debida estima y el lugar correspondiente no sólo al formar su sentido religioso, sino también al acomodar el culto a su indiosincrasia», recoge el canon 119 de la Constitución Sacrosanctum concilium sobre la sagrada Liturgia