Bienvenidos. Bienllegaos. Ongi etorri. Benvinguts. Benvida. Estas palabras suenan a gloria bendita cuando salen del corazón de la persona que recibe. Siempre es agradable sentir el afecto sincero de alguien que, por motivo cualquiera, se ha ausentado durante un tiempo y que cuando retorna vuelve a tomar contacto con sus relaciones con un simple: “Ya estoy aquí y tengo ganas de verte. ¿Cuándo quedamos?”.
Generalmente en España nos citamos en los bares, restaurantes. En casos excepcionales nos reunimos en casa y es una lástima, porque invitar y recibir en casa ayuda, más que cualquier otro ambiente, a ampliar el círculo de amistades y a tratar más a fondo a la persona.
El periodista Carlos Salas en su artículo “El código secreto de los españoles” explica con bastante acierto esta costumbre española. “Al cabo de un año de estar en España, un ejecutivo nórdico que estaba trabajando en un banco español se acercó a sus colegas y les dijo: «Los españoles sois muy hipócritas. Decís que tenéis un carácter abierto y acogedor, pero ninguno de vosotros me ha invitado a cenar en su casa. Eso no hubiera pasado en mi país». Este hombre no entendía nuestro código secreto. Aquí nadie invita a cenar a casa a su colega de trabajo. Aquí se hacen relaciones en el bar. Eso fue lo que le explicaron sus colegas y al final el pobre lo entendió. Por eso las casas de los del norte son tan acogedoras para dar cenas, pero las nuestras tiran a desarregladas porque, total, quién demonios va a venir a estas horas”.
Sin embargo, con ocasión de una comida ofrecida en casa, se puede avanzar más en el conocimiento mutuo que por medio de muchas conversaciones en el bar.
Para poder recibir en casa en cualquier momento es importante estar habituados a tener la casa bien organizada y en orden. La limpieza es imprescindible y debe cuidarse a diario. También hay que acertar con la forma de vestir. Hay que estar elegante pero sin ostentación, con sencillez. Es una forma de evitar que nuestros invitados se sientan incómodos al ir ellos menos elegantes, y sobre todo no hay que llamar la atención. Ni es el momento, ni el lugar. Hay que recordar que estamos recibiendo a nuestros amigos, o a nuestros futuros amigos por deseo propio, por eso les invitamos a nuestra casa.
Recibir es estar siempre pendiente de las personas que llegan para darles la bienvenida y hablar con ellas unos minutos, las primeras palabras de cortesía. No es correcto tener a las visitas demasiado tiempo en la puerta o en la entrada de cualquier lugar.
En la actualidad, cuando vamos a algún banquete siempre ofrecen un aperitivo antes de sentarnos en la mesa. Lo llaman el cóctel de bienvenida. Esto está bien, pero la mayoría de las veces lo sirven en la entrada del salón de celebraciones, y esto es lo incorrecto. Si el restaurante no tiene una antesala u otro apartado para realizar el aperitivo es preferible no hacerlo. Los invitados se concentran en la puerta dificultando la entrada de otros invitados, y lo que es peor, los anfitriones no pueden ejercer su derecho de recibir y saludar a sus invitados.
En cuanto al tiempo que debe estar el anfitrión recibiendo a sus invitados, depende del tipo de acto. En el cóctel la puntualidad es importante, pero su aplicación no es tan rigurosa como en las comidas. Generalmente, en los primeros treinta minutos llega el ochenta por ciento de los invitados. Por lo tanto, es el tiempo que los anfitriones deben estar recibiendo, porque si lo alargan mucho más, lo que sucede es que desatienden a los invitados que se encuentran ya con ellos.
En definitiva, el obsequio más importante, y valorado, que un anfitrión puede ofrecer a sus invitados, es el de los propios modales. Es la mejor bienvenida que se puede ofrecer.