El mes de mayo se ha convertido, en la actualidad, en el periodo de las Primeras Comuniones. Durante los cuatro fines de semana de dicho mes todos los niños católicos de entre 9 y 10 años reciben, por primera vez, el Sacramento de la Eucaristía.
Como en otras ceremonias, en la Primera Comunión también se une el ceremonial religioso con el protocolo social. ¿El truco? Tener sentido común y no olvidar, nunca, que la razón de ser de la Primera Comunión es recibir uno de los sacramentos de iniciación cristiana, la Comunión.
El ritual religioso de la ceremonia sigue las directrices de una misa dominical, con la excepción de que, en esta ocasión, se celebra en honor de las niñas y los niños de Primera Comunión, quienes se sentarán en lugar destacado en la Iglesia, separados de sus padres. Según recoge Sergio Escalera Aicua, en su libro “Ceremonial y protocolo religioso”, cuando los niños vayan a comulgar, estos pasarán “uno a uno, junto con sus padres. Tras ellos, el resto de la comunidad. En esta celebración se comulgará bajo las dos especies, pan y vino. Tras la ceremonia se les entregará a los niños unos santos evangelios y un recordatorio”.
El protocolo social de una Primera Comunión hace referencia, sobre todo, a la organización de la misma de puertas del templo hacia fuera: indumentaria, regalos, recuerdo fotográfico, comida, fiesta infantil… En este apartado no hay límites, solo el sentido común de los padres.
Un apunte en referencia a la indumentaria.
Tomando como modelo las palabras de José Antonio de Urbina, en su publicación “El gran libro del protocolo”, los niños pueden vestir pantalón blanco crudo o beig claro, con camisa blanca, corbata y blazer azul. Las niñas vestirán vestido blanco, largo o corto, con calcetines blancos y zapatos de charol. “Recuérdenlo, ellas y ellos han de ir sencillos y normales”.
Sencillez, naturalidad. Mismas cualidades que todos los adultos echamos de menos cuando dejamos de ser niños.