En ocasiones, la mente nos sorprende con preguntas inesperadas. Mientras viajaba en coche, perdida en el paisaje tras la ventanilla, me encontré reflexionando: ¿a qué suena el protocolo?. Una cuestión sencilla en apariencia, pero que abre un mundo de posibilidades para entender nuestra profesión desde otra perspectiva: la musical.
No soy una experta en música (más bien todo lo contrario), pero precisamente esa distancia me invitó a jugar, a dejarme llevar y a fantasear con la idea. Al fin y al cabo, escribir sobre protocolo no es solo técnica, también es abrir espacios para el diálogo, la imaginación y la sensibilidad.
Las notas del protocolo
Para acercarme a una respuesta, lo primero fue pensar qué notas asocio yo al protocolo:
- Armonía.
- Coherencia.
- Compromiso.
- Equilibrio.
- Fluidez.
- Orden.
- Protagonismo.
- Respeto.
- Suavidad.
- Unidad.
Al verlas escritas, me di cuenta de que no describen únicamente al protocolo, sino también lo que sentimos al escuchar una obra musical bien construida.
Un viaje hacia Mozart
El siguiente paso fue conectar esta reflexión con mis propios gustos musicales. Descubrí que, en relación al protocolo, me atraía la música clásica, en especial el Clasicismo, con su estructura clara y su equilibrio. Y entre sus grandes nombres, no pude evitar inclinarme por Wolfgang Amadeus Mozart.
Mozart ha estado presente en tantas películas, biografías y referencias culturales, que su música se ha convertido en un lenguaje universal. Con ayuda de la inteligencia artificial, que me sugirió varias piezas bajo las premisas indicadas, encontré la respuesta a mi pregunta inicial: para mí, el protocolo suena a Lacrimosa.
La lección de Lacrimosa
Lacrimosa forma parte del Réquiem, la última misa que Mozart estaba componiendo antes de su muerte. No pudo terminarla, y fue su discípulo Franz Xaver Süssmayr quien completó la obra siguiendo las indicaciones del maestro.
Ese detalle es, para mí, profundamente inspirador: el protocolo también se construye así, gracias a la herencia de quienes nos precedieron, pero abierto siempre a nuevas aportaciones y mejoras. El buen protocolo no es rígido ni definitivo, es un proceso vivo, en constante evolución, que se alimenta de tradición y de creatividad.
Una invitación abierta
Mi elección personal ha sido Lacrimosa, pero estoy convencida de que cada lector podría asociar el protocolo a una música distinta, basada en su experiencia, conocimientos y gustos.
Por eso, me gustaría dejar esta pregunta abierta: Y para ti, ¿a qué suena el protocolo?
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