Todos los años, por estas fechas, abríamos con ilusión el buzón esperando que algún familiar o amigo nos felicitara la Navidad con una bonita y particular tarjeta navideña. Hoy en día, aunque esta costumbre está casi desaparecida, sigo sintiendo una emoción especial cuando recibo una felicitación navideña por correo postal. Yo también conservo esta tradición.
Al margen de la ilustración de la tarjeta, me resulta de gran interés leer las palabras que el emisor de la felicitación, de su puño y letra, ha pensado expresamente para mi familia.
Algunos no son muy originales, ya sea por falta de tiempo o creatividad, otros se esmeran un poco más, pero, en definitiva, todos realizan un esfuerzo y una inversión de tiempo que es de agradecer y de contestar.
Uno de mis trucos, para destacar un poco del resto de las felicitaciones navideñas, es elegir un pasaje de la Biblia relacionado con los deseos y sentimientos de la Navidad. No en vano, esta es una festividad religiosa. Una vez transcritas las palabras elegidas, personalizo el mensaje para la familia a quien felicito.
Por ejemplo:
- San Mateo, 2-11: Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.
- San Lucas, 2-7: y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
- San Lucas, 2-11: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Una adecuada imagen o una acertada fotografía de tu propia familia, coherente con el motivo de la felicitación, y un mensaje en consonancia con la Navidad, son las claves de una correcta felicitación navideña. Y a esto sumo, según mi parecer, escribir a mano con tinta azul el texto de la tarjeta. ¡Éxito seguro!
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