El Servicio de Información del Vaticano está aprovechando este tiempo para informarnos sobre los elementos, personajes y actos que durante la sede vacante van a ser protagonistas. A continuación comparto con ustedes dos de estas historias.
El camarlengo y la cámara apostólica.
El término «Camera thesauraria» (Cámara del Tesoro), aparece ya en el siglo XI y describe una oficina organizada para administrar las finanzas de la Curia Romana y los bienes temporales de la Santa Sede. Actualmente ejerce esa segunda función sólo durante el período de «sede vacante».
En el siglo XII, el encargado de esta oficina se llamaba el «camerarius» o Camarlengo (chambelán), un título que se sigue usando hoy en día. Ese mismo siglo vio la incorporación de los cargos de virrey, tesorero y guardián de vestuario en este único departamento. En los siglos XIII y XIV adquirió funciones judiciales en materias fiscales así como en ciertos casos penales y civiles.
El Camarlengo de la Santa Iglesia Romana (que se distingue del Camarlengo del Colegio de Cardenales) era con frecuencia un cardenal, pero esto llegó a ser obligatorio sólo en el siglo XV. Entonces -como ahora- le asistía un vice Camarlengo, un auditor general y clérigos de cámara (llamados clérigos prelados). Hoy también hay un notario.
En los primeros siglos, el Camarlengo, los clérigos individuales y el auditor de cámara habían adquirido competencias específicas y habían presidido tribunales especiales, aunque la «camera plena» funcionaba como una corte colegial. Durante todo el siglo XIX la Cámara fue sobre todo un tribunal del estado pontificio. Con la Constitución Apostólica «Sapienti consilio» del 29 de junio de 1908, el Papa San Pío X confirmó a la Cámara Apostólica en las funciones de poder temporal que había ejercido en el pasado.
Con la Constitución Apostólica de Pablo VI «Regimini ecclesiae universae» del 15 de agosto de 1967, la Cámara Apostólica, presidida por el Camarlengo de la Santa Iglesia Romana, o si se encuentra impedido, por el Vice-Camarlengo, conserva la función de cuidar y administrar los bienes y los derechos temporales de la Santa Sede durante el período de «sede vacante», es decir, entre el fin del pontificado de un Papa y la elección de su sucesor.
Una nueva confirmación de esos deberes especiales se dio con la Constitución Apostólica de Juan Pablo II «Pastor bonus» de junio de 1988.
Como se puede comprobar en la Constitución Apostólica de Juan Pablo II «Universi dominici gregis» de febrero de 1996, el Camarlengo de la Santa Iglesia Romana y el Penitenciario mayor son los dos únicos jefes de dicasterio de la curia cuyas funciones no cesan durante la «Sede vacante». De hecho, las del Camarlengo aumentan realmente durante este período.
Las urnas para la elección del papa.
En un tapiz expuesto en la galería del mismo nombre de los Museos Vaticanos, se encuentra uno de los ejemplos más antiguos de los cálices-urnas que se utilizaban para recoger las papeletas con que votaban los cardenales durante la elección de un nuevo Papa.
El tapiz se refiere a un episodio narrado en las crónicas de la elección del Papa Urbano VIII (1623-1644). En la votación final durante el recuento de votos, se echó en falta una papeleta. A la derecha de quien mira el tapiz se puede ver un escrutador que mira, con atención e interés, dentro de un gran cáliz como para comprobar si estaba allí el papel perdido.
Un cáliz muy similar al de la tapicería y un copón se conservan en la Sacristía pontificia de la Capilla Sixtina. Ambos se utilizaron para recoger las papeletas en los cónclaves del siglo pasado, hasta Juan Pablo II.
Con la promulgación de la Constitución Apostólica «Universi Dominici Gregis», sobre la vacante de la Sede Apostólica y la elección del Romano Pontífice ( Juan Pablo II, 22 de febrero de 1996), nació la necesidad de adecuar las urnas a las nuevas reglas. Al cáliz y al copón, previstos en las normas anteriores, era necesario añadir una nueva urna para recoger las eventuales papeletas de los cardenales con derecho a voto, pero impedidos por enfermedad de salir de su habitación y estar presentes en los escrutinios de la Capilla Sixtina. Así, en lugar de fabricar la única urna que faltaba, se pensó en hacer tres nuevas, en primer lugar para que fueran más funcionales, pero también para darles un mismo estilo, digno y artísticamente válido de cara a al servicio al que se destinaban.
La finalidad de las urnas se describe en el Capítulo V de la Constitución, donde también se habla de un plato que se coloca al lado de la primera . Cada cardenal, de hecho, tendrá que «poner su papeleta en el plato y con él introducirla en el recipiente» colocado debajo. La segunda urna, como ya se ha dicho, se utilizaría sólo en el caso de la presencia en el cónclave de los eventuales cardenales a los que una enfermedad impidiera dejar su habitación; y la tercera para recoger las papeletas después de los escrutinios antes de que se quemen en la tradicional “fumata” para anunciar a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro que no habido elección (humo negro) o la elección del nuevo Papa (humo blanco).
Las urnas son obra del escultor Cecco Bonanotte, autor de las nuevas puertas de entrada de los Museos Vaticanos, nauguradas con motivo del Jubileo del año 2000. Las tres urnas son de plata y bronce dorado y su iconografía está vinculada a dos símbolos: el primero, es el del pastor y las ovejas; los otros son los pájaros, las uvas y el trigo. Los símbolos escogidos por el artista en las tres urnas se asocian de una forma sencilla y directa con el significado que asume la persona del Papa en la Iglesia: Es el Pastor, el buen pastor que en nombre de Cristo tiene el deber de «fortalecer a los hermanos» (Lc 22,31) en la fe.
La relación de amor entre Jesús y Pedro, y por lo tanto entre el Papa y la Iglesia, está subrayada y confirmada por el artista en otros símbolos como las uvas y el trigo. El pan y el vino eucarísticos, que simbolizan a Cristo acentúan la idea de caridad que viene de compartir el mismo pan y el mismo cáliz.