El hablar y escribir bien debe ser una prioridad para todos. Sin embargo, es una obligación para los periodistas porque «para ser locutor hay que saber leer en voz alta. Para ser presentador o entrevistador hay que saber hablar. Para ser periodista de radio y televisión, en principio, hay que saber leer, hablar y escribir. No todos saben hacer bien las tres cosas», comenta Iván Tubau en su libro Periodismo oral.
La obra de Tubau se divide en tres partes: hablar como la gente, escribir para quien oye y palabra de actor y de periodista.
En la primera parte, hablar como la gente, el autor nos explica que «el lenguaje articulado forma parte de un sistema cuya realización individual constituye el habla» y nos detalla las características generales y específicas del español.
El peligro de que la gente escriba como se escribe en lugar de escribir como se habla, que en su día denunció Juan Ramón Jiménez, se quedará chiquito comparado con otro, más pavoroso, que apunta: la gente empieza a hablar como se escribe, puesto que copia a locutores que con frecuencia no hablan sino que leen.
La segunda parte, escribir para quien oye, trata de esto, de escribir para quien lee un texto como si hablara.
Quien escribe para radio y televisión debe oír la algarabía de la calle, ordenarla y limpiarla un poquito, y devolvérsela levemente mejorada a sus emisores primigenios, procurando que estos la sigan reconociendo como suya.
La última parte, palabra de actor y periodista, hace referencia a que «en una sociedad abierta, la radio y la televisión son lo que el destinatario quiere, es decir, el cliente quiere», escribe Iván Tubau quien habla también de la Comunicación y de la Información.
Comunicar, según el periodista francés Laurent Joffrin, es divertir, interesar, emocionar e influir. Informar es razonar, explicar, convencer. La comunicación se dirige a los consumidores, la información a los ciudadanos.
Para finalizar esta entrada quiero compartir con vosotros un párrafo del Periodismo oral de gran importancia para mi y para la vocación/profesión que tanto admiro.
Los periodistas parecen haber olvidado -me resisto a escribir hemos- que su único amo debiera ser el público, que su función es arrancar la piel de las apariencias para dejar en carne viva la realidad. Por el contrario, la maquillan según las conveniencias del Estado, del ayuntamiento, de la empresa de comunicación que les paga, del anunciante que paga a la empresa, del director que les censura. Periodismo debiera ser libertad, comunicación es sometimiento. Los periodistas son -deberían ser- buscadores de verdad, con todas las relativizaciones que el término requiere, pero sin que quepa confundirlo nunca con el camuflaje, que es la razón de ser de los comunicadores.