¿Cuántas veces hemos entrado en el ascensor y nos ha sacudido el olfato el perfume de la vecina del segundo o el olor a tabaco del quinto? Los sentidos nos transmiten información sobre las personas, gracias a ellos nos podemos conocer mejor y por eso es materia de estudio en imagen personal.
La vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto son los sentidos que poseemos los seres humanos y que gracias a ellos adquirimos información sobre las demás personas. De estos cinco sentidos, el que más nos comunica sobre la personalidad es el olfato. Rosa María García Domènech nos informa en su libro “Asesoría de imagen personal” que una persona: “que sea partidaria de perfumes exóticos y de esencias orientales, cabe esperar que tienda a comportarse con cierta sofisticación. Personas que prefieren fragancias frescas tenderán a vestir y a comportarse más informal o deportivamente”.
En la actualidad es innumerable la cantidad de oferta en perfumes que existe en el mercado. Está de moda que cualquier personaje saque a la venta su colonia, sobre todo en navidades, al igual que ocurre con la publicación de libros. Ante tanta saturación, es difícil encontrar ese olor con el que nos identificamos, y a esto hay que sumar la costumbre de usar varios perfumes. Debemos buscar esa fragancia con la cual nos sintamos a gusto y con la que nos identifiquemos, sin necesidad de estar cambiando.
Todo ser humano, durante una época de su vida, tiene el aroma perfecto para él, su fragancia, su esencia. Es cuando somos bebés. ¡No hay nada más maravilloso que el olor de un recién nacido! Por eso, considero un crimen ocultar su esencia bajo la mezcla de sustancias aromáticas extraídas de otros seres vivos. La naturaleza regala a cada ser su olor, pero con el tiempo lo vamos perdiendo y debemos invertir esfuerzo para volver a encontrarlo.
No quiero terminar esta reflexión sin antes recordar a la vecina del segundo que el perfume debe “tener la intensidad justa como para no ser percibido a más de quince centímetros de distancia”, según indica Rosa María García Domènech, y al del quinto, simplemente, decirle que es un maleducado.