Puede ocurrir que te compres una prenda de vestir y, aunque sea de tu talla, no estés cómoda con ella. Pensé en esto mientras veía por televisión a una presentadora retocándose constantemente el vestido, estirándose la falda o colocándose insistentemente el escote. Lo único que transmitía esta persona a sus televidentes era incomodidad. La pregunta que me planteé entonces fue ¿cómo nos probamos la ropa?
Cuando entramos en un probador y nos miramos al espejo con el traje elegido, nos limitamos a mirarnos por delante y por detrás. Totalmente rectas, o rectos, contemplamos nuestra imagen. Pero ¿quién va así por la vida? En mi caso, mi paso por las calles de mi ciudad, en la mayoría de las ocasiones, lleva consigo el ir cargada con bolsas de la compra o de la mano de un niño. Estas circunstancias no conllevan un andar erguido cual estatua. También supone el tener que agacharme para hablar o atender a mi hijo. Yo debería probarme la ropa que me quiero comprar representando este comportamiento en el probador, y de esta manera comprobar que dichas prendas van a poder llevar mi ritmo de vida sin que su aspecto se vea modificado o me hagan sentir incómoda.
Todos estamos de acuerdo que un escote en V nos hace más esbeltas. Sin embargo, si tenemos un trabajo en el cual tenemos que agacharnos para mostrar un artículo al cliente, debemos tener mucho cuidado. Yo estoy cansada de ver los modelos de sujetadores que llevan determinadas dependientas. ¿Y qué me dicen de los pantalones? ¿Cuántos tangas han visto ustedes asomarse por la cinturilla del pantalón? En hombres la panorámica es peor.
Cuando vamos a comprarnos ropa debemos comprobar que las prendas van a resistir nuestro estilo de vida. Tenemos que agacharnos, sentarnos, estirarnos, andar… para comprobar que, pase lo que pase, vamos a estar cómodos y no vamos a hacer pasar un mal rato a nadie. En definitiva, tenemos que insuflar vida a la ropa. Nosotros no somos maniquíes.
Existen determinados consejos para comprobar que el vestuario elegido es el más adecuado. Estas normas las recoge Paula Alonso Bahamonde en su libro “Asesoría en vestuario, moda y complementos”.
La falda que no presente fruncidos en la parte trasera será de la talla adecuada. En cuanto a su abertura, ya sea delantera, trasera o a los lados, esta deberá abrirse y cerrarse “sin ninguna manipulación, tanto al caminar como al sentarse”. A veces podemos ver aberturas que están siempre abiertas, han perdido la gracia del movimiento.
Una de las prendas que más difícil me resulta probarme son las chaquetas. Se trata de una prenda que me presenta muchas dudas a la hora de decidirme. Para asegurarnos que la chaqueta es confortable los hombros deben quedar holgados permitiendo el movimiento. Además, es necesario probársela abrochada y subir y bajar los brazos “asegurándonos de que ésta vuelve a caer respetando su forma inicial”. También hay que comprobar el largo de la manga que llegará hasta el hueso de la muñeca. En cuanto al cuello de la chaqueta este “no debe desbocarse y, por detrás, su altura debe llegar aproximadamente hasta la mitad del cuello”. Para comprobar que la talla de la chaqueta es la correcta debemos “cruzar los brazos, levantarlos, sentarnos, y cuando volvamos a la posición de inicio, deberá volver a caer de forma natural y cómoda”. En cuanto a su longitud, la chaqueta debe llegar a la altura de la cadera, salvo determinados estilos. Se puede comprobar el largo correcto “si al probarla levantando los brazos no se ve el vientre”. Una chaqueta no es la correcta cuando abrochada tiende a abrirse y a tirar.
En un pantalón la cinturilla no debe quedar tirante ni desbocada. “Cuando se prueba un pantalón es importante agacharse, sentarse y moverse con él para comprobar la comodidad del tiro”. El largo correcto del pantalón se comprueba andando y con el calzado que vayamos a utilizar, teniendo en cuenta sobre todo el tacón. Por delante, el bajo del pantalón debe descansar sobre el empeine y, por detrás debe cubrir, por lo menos, la mitad del tacón. Si el pantalón lleva raya, esta debe “caer formando una línea recta”.
Los escotes de los vestidos deben estar planos y pegados al esternón. Al probarnos este tipo de prendas es bueno que nos sentemos, de esta manera “si el escote ejerce presión sobre el pecho, el vestido es pequeño, y si se ahueca, el vestido es grande”. También hay que evitar que el sujetador se vea. Esto se verifica comprobando que la sisa sea la correcta. Para ello debemos sentarnos, estirar y levantar los brazos. La espalda del vestido no debe estar tirante y la costura de los hombros debe ser plana y quedar en la parte media de los mismos. “Si ésta se cae al sentarse, el vestido será grande, y si se mueve o frunce, será pequeño”.
Estos consejos nos ayudan a conocer más y mejor cómo las prendas se adaptan a nuestro cuerpo y movimiento. También a tener, y mostrar, una coherencia y concordancia entre nuestra fisonomía y vestuario. En cierta ocasión, una mujer me confesó que se encontraba más atractiva con ropa ceñida al cuerpo. Una apreciación totalmente legítima. Sin embargo, esta persona no usaba prendas ajustadas sino prendas con dos tallas más pequeñas que la suya real. En este caso no existe proporción adecuada.