Ser Comunicación

Mis recuerdos del verano 2012

Existen ciertos comportamientos, modales y prendas que nunca se deben dejar de practicar y de usarse en el momento correcto y concreto, pase lo que pase. Y parece que en verano nos tomamos determinadas libertades con la excusa de “estoy en vacaciones” y “aquí no me conocen”. Dejamos el cuerpo muerto y nos abandonamos al mal gusto y a la poca educación. Aunque creo que la persona que es educada y tiene decoro durante todo el año, este no lo pierde en verano. Es precisamente la gente que no está habituada al buen comportamiento la que desperdicia la poca compostura y vergüenza que tiene durante el resto del año.

En verano paso unos días de descanso en una urbanización de Torrevieja y, cómo es lógico, voy a la playa, paseo y hago la compra en un gran supermercado. Parece ser que este año entre las mujeres se ha puesto de moda estar en la playa medio desnuda, con el pecho descubierto, y dejan el biquini, porque el bañador brilla por su ausencia, para pasear por las calles torrevejenses y para ir al Carrefour. Es muy desagradable, y en algún caso repulsivo, ir por el paseo marítimo y tropezarte con barrigas, michelines y pechos sujetos con una simple tira de tela danzando al aire sin ningún pudor. E incluso aunque fuera un cuerpo diez no sería agradable porque una persona en traje de baño donde tiene que estar es en la playa, disfrutando del mar, la arena y el sol.

Pero este comportamiento veraniego no es el más inaceptable, para mí existe uno peor: comer sin cubrirse el torso. Me da igual las excusas de “hace calor” o “estoy a gusto”, no es estético, higiénico ni educado. No se va a sufrir más por vestir una camiseta de algodón o una camisa de lino, mientras que la visión de un cuerpo desnudo sudando mientras come si hace padecer a quien está al lado. Pienso que en cualquier restaurante, bar o chiringuito de playa se debe cumplir unos mínimos requisitos de saber estar, y estos establecimientos tendrían la obligación de hacerlos cumplir porque como dijo el primer periodista gastronómico de la historia, Grimod de la Reynière: “No ha que tener escrúpulos y hay que mostrarse severo con las personas ineptas y maleducadas”.

Sobre todo porque los adultos somos el ejemplo a imitar de nuestros niños, y si realmente queremos a los hijos no existe mejor legado que una buena educación y buenos modales. Me entristeció ver el otro día a una niña de unos seis años correteando los pasillos de las galletas y los cereales en biquini. ¿Cómo va a entender esta criatura el significado del pudor y del recato? ¿Cómo va a otorgarle la importancia y la grandeza que tienen estos dos valores?

Es necesario saber cómo comportarse en cualquier situación, e igual de importante es conocer cómo vestirnos y para ello no hace falta ninguna formación especial, simplemente hay que comenzar aplicando el sentido común. Todas las personas nacemos con un timbre en nuestro interior que nos va diciendo lo que está bien o mal. Conforme vamos creciendo ese aviso incrementa su horario de trabajo. Sin embargo, para que esa voz interior sea eficaz necesitamos estar receptivos, porque si no la apatía y el egoísmo la ahogará y con ella nuestro sentido común.

Y en verano este sentido común parece que también se va de vacaciones: señoras que a la orilla de la playa se prueban sujetadores; madres que en la ducha de la piscina sacan el gel y el champú para bañar a sus vástagos; clientas que en tiendas donde se prohíben los animales entran con el perro escondido en el bolso y arman el escándalo cuando se le llama la atención. Pueden parecer comportamientos extremos pero forman parte de mis experiencias del verano 2012.

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