Es cansino tener que repetir una y otra vez que el género no marcado en español es el masculino. Pero al igual que ocurre con otras cosas que nos agradan o que defendemos a ultranza, nunca me cansaré de repetirlo hasta setenta veces siete.
Sin embargo, dicha pesadez se convierte en indignación cuando un recién nombrado ministro de cultura en su toma de posesión del cargo repite la articulada fórmula y le añade una patada a la gramática española:
Prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de ministro de cultura y deporte con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, así como mantener el secreto de las deliberaciones del Consejo de ministros y ministras.
Un ministro de cultura que es periodista y escritor, así que esto tiene tela que cortar. Y me da igual que se diga que Maxim Huerta hizo un guiño a la paridad o a la igualdad en su toma de posesión del ministerio, lo que hizo fue el ridículo al igual que sus compañeros de cartera, aunque él tiene más delito por ser el titular del área cultural.
Me resulta extraño que siendo licenciado en periodismo no tenga en su casa los dos volúmenes de la Nueva gramática de la lengua española, de la Real Academia Española y de la Asociación de Academias de la Lengua Española, ajados por el uso. Y si no los tiene estaría bien que se los comprara, y no esperar a que alguien se los regale, para aprender y poner en práctica lo siguiente:
En la oposición entre el masculino y el femenino dentro del paradigma de ciertos sustantivos, se suele señalar que la forma masculina es no marcada, ya que se emplea en los contextos genéricos e incluye en su significado la designación de seres de ambos sexos.
El género no marcado en español es el masculino.
En la designación de seres animados, los sustantivos de género masculino no solo se emplean para referirse a los individuos de ese sexo, sino también -en los contextos apropiados-, para designar la clase que corresponde a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos.
En el lenguaje de los textos escolares, en el periodístico, en el de la política, en el administrativo y en el de otros medios oficiales, se percibe una tendencia reciente a construir series coordinadas constituidas por sustantivos de persona que manifiesten los dos géneros: Una masiva ovación de los diputados y las diputadas … cierra el presunto debate, ante la atenta mirada de los responsables de su grupo por si algún diputado a alguna diputada…aplaude con gesto tibio.
Esta doble mención se ha hecho general en ciertos usos vocativos en los que el desdoblamiento se interpreta como señal de cortesía: señoras y señores, amigas y amigos, etc…, acaso por extensión de la fórmula de damas y caballeros, que coordina los dos miembros de una oposición heteronímica. Exceptuados estos usos, el circunloquio es innecesario cuando el empleo del género no marcado es suficientemente explícito para abarcar a los individuos de uno y otro sexo, lo que sucede en gran número de ocasiones.
Tomando como referencia los dos últimos párrafos, no entiendo las declaraciones del presidente de la RAE publicadas por ABC:
El presidente de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva, ha catalogado como «correcta» la fórmula de «Consejo de Ministras y Ministros» utilizada por la mayoría de los miembros del nuevo Gobierno tanto en el nombramiento del nuevo Consejo como en su pronunciamiento del cargo ante el Rey, este jueves 7 de junio. Yo por ejemplo cuando comienzo una conferencia suelo decir: Señoras y señores. En ese sentido no hay ningún problema», ha expresado en declaraciones a Europa Press, este jueves 7 de junio, en el marco del I Congreso Internacional sobre los Derechos de Autor y la Propiedad Intelectual.
Madre mía, mal caminamos cuando donde dije digo, digo Diego.
La fotografía que ilustra esta entrada proviene de El Confidencial.
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