El periodista Manuel Lozano Garrido ha sido beatificado y su fiesta se celebrará el 3 de noviembre. Este hecho viene a afianzar, un poco más, la opinión que para ser buen periodista hay que ser buena persona.
Los profesionales del periodismo tenemos un nuevo modelo al que intentar imitar y como ha manifestado el Papa Benedicto XVI: “Los periodistas podrán encontrar en él un testimonio elocuente del bien que se puede hacer cuando la pluma refleja la grandeza del alma y se pone al servicio de la verdad y las causas nobles”.
Durante mi formación como periodista en la universidad me inculcaron las cualidades que debe cultivar y tener todo buen informador: objetividad, no faltar a la verdad, curiosidad, contrastar información, no dar una noticia falsa o a medias, tratar muy bien a mis fuentes, imparcialidad, honestidad, valor para denunciar, vocación, amor a la investigación, independencia, formación continua … Cuando salí al mercado profesional todas estas cualidades las tenía muy presentes cada vez que me enfrentaba a una información.
¡Quería ser la mejor periodista del mundo! ¡Trabajar en un gran medio de comunicación, tener éxito profesional y, por supuesto, ser admirada por mis compañeros de profesión!
Sin embargo, trabajar siempre teniendo en cuenta estas cualidades, que al final se convierten en hábitos, me han supuesto más de un disgusto, incluso amenazas personales. Pero cuando crees en algo realmente, sigues adelante, y decides, desde tus posibilidades realizar un trabajo digno, acorde a tus creencias, a pesar de las amenazas y de los contratiempos que el transcurso de la vida te pone en el camino.
Durante todo este tiempo, alrededor de quince años, he seguido creyendo que todas esas cualidades que debe desarrollar un periodista: objetividad, imparcialidad, independencia, vocación,… lo que en resumidas cuentas se llama ética profesional, es la esencia del buen periodista. Todas estas características son las que nos diferencian a unos periodistas de otros. Pero estaba equivocada.
Hace, aproximadamente dos años, una persona, otro periodista, me reveló la esencia del buen profesional del periodismo. Me dijo que para ser buen periodista era condición imprescindible, ser antes buena persona. Esta afirmación me dio que pensar, y en definitiva, no era una creencia tan diferente a la que me enseñaron en la facultad. Todas las cualidades enumeradas anteriormente se pueden asignar, fácilmente, a una buena persona. Por lo que no sería tan difícil conseguir ese objetivo, ser buen periodista. Me volví a equivocar.
¡Prefiero mil veces ser objetiva, no faltar a la verdad, ser curiosa, ser honesta,… que ser buena persona! ¡Me resulta tan difícil! Porque además, he descubierto, que esa afirmación, “para ser buen periodista hay que ser buena persona”, me condiciona a ser buena persona siempre, ya sea en mi papel de madre, de esposa, de periodista, de amiga, de vecina, y esto para mí ¡es agotador y difícil de conseguir!