En el momento mismo de organizar un acto se entra en un mundo de reglas y normas que se deben conocer y seguir, si se quiere conseguir el objetivo marcado. Es decir, debemos seguir un manual.
Todo lo que nos rodea lleva un manual de instrucciones, por ejemplo nos compramos un móvil y si queremos sacarle el mayor partido acudimos a su manual, si aparcamos el coche en un aparcamiento también nos encontramos con una guía de comportamiento: «ocupen sólo una plaza» o «la empresa no se hace responsable de los objetos perdidos». Si no queremos encontrarnos con sorpresas al vover a recoger el automóvil, lógicamente seguiremos dichas instrucciones.
Si para lo cotidiano y corriente aprendemos y seguimos unas normas, para organizar un acto que es importante para nosotros sería un absurdo no aplicar sus pautas de actuación.
Las reglas básicas de todo acto.
Los siguientes puntos son los esenciales a aplicar en cualquier acto independientemente de su carácter, oficial, empresarial, social o privado.
Estas reglas provienen de dos orígenes, uno es la tradición y la costumbre y el otro es el Real Decreto 2099/1983. Vamos simplemente a enumerarlas, sin entrar en detalles:
- La presidencia de los actos: Los actos son presididos por la persona que los organiza.
- La precedencia en los actos: La precedencia es un honor que hace relación al lugar que una persona ocupa respecto de las demás cuando asiste a un acto con un público determinado.
- La ordenación: Generalmente los invitados a un acto se ordenan de mayor a menor rango.
- Los tratamientos: El tratamiento es un título de cortesía, de respeto u honorífico que se da a aquel con quien se habla de viva voz o por escrito, por razón de su dignidad, categoría o cargo, o por la situación social que ocupa en relación a su interlocutor.
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