Ser Comunicación

Las empresas de éxito comunican emociones

La encuesta Europea de Formación Profesional Continua (EFPC) en su último informe recoge que “la razón que más frecuentemente alegan las empresas para no proporcionar formación (a sus empleados) es que no lo consideran necesario”. Dicha respuesta es calificada de muy preocupante en ese mismo estudio. Esta misma opinión es compartida por el director de formación de Cicero Comunicación, Arturo Merayo Pérez.

El Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional (CEDEFOP), encargado de la realización de la encuesta sobre formación, afirma que “las últimas previsiones indican que en 2020 se habrán creado 7 millones de puestos de trabajo en Europa, la mayoría de ellos en profesiones con una elevada exigencia de conocimientos y competencias. Sin embargo, a pesar de esta tendencia, las empresas europeas se han estancando en la formación continua de sus empleados entre 1999 y 2005, según las últimas cifras de la tercer encuesta sobre formación profesional continua”. Esta estrategia no es la más adecuada, ni la más eficaz, a seguir por una empresa que busca su posicionamiento en el mercado, tal y como afirma Arturo Merayo.

En época de crisis, invertir en formación –y concretamente en formación en comunicación– ¿no es pedirle demasiado a las empresas?

Sí, las empresas no deben invertir en formación nunca y en época de crisis menos. Tampoco deben preocuparse por su comunicación. Sobre todo si quieren perder competitividad. Pero si quieren ganarla, si quieren ser innovadoras, mejorar su posicionamiento y hacer frente a la crisis con imaginación, entonces donde toca invertir es precisamente en formación y en comunicación. Una analogía fácil de entender: la gente de veinte años no necesita invertir en comunicación; su juventud es de por sí atractiva. Pero es a los cincuenta cuando el cuidado de la imagen se hace imprescindible. Precisamente porque las circunstancias son más difíciles, las empresas deben centrar su atención en sus principales activos y éstos nunca son ni la tecnología, ni los clientes, ni la distribución, sino las personas que hacen posible todo ello. Si alguien piensa que la formación es cara que espere a ver el coste que tiene la ignorancia.

¿Y si se forma a la gente y luego se va?

Vale más formar a gente para que sea tan buena que otros quieran que trabajen con ellos que tener a la gente trabajando para uno desmotivada o sin formación ¿no?

Vamos, que los directivos de las empresas tienen que preocuparse más de su gente en época de crisis…

Los buenos directivos lo hacen así. De hecho, el liderazgo en nuestro tiempo o es liderazgo emocional o no es liderazgo. Los clientes y los empleados reclaman hoy que los productos, los servicios, las estrategias, los líderes y las organizaciones les emocionen. Los negocios con éxito se construyen sobre emociones, no sobre productos. El éxito viene de atraer emocionalmente no de convencer racionalmente. Así que las emociones han de empezar a ser objetivo de las estrategias ya que nadie se entrega con entusiasmo a un proyecto porque la dirección haya marcado tales o cuales objetivos. La gente se entusiasma cuando se le estimula con el deseo de superar el reto, cuando tiene ilusión de innovar, pasión por aprender y disfruta trabajando con compañeros apreciados. El verdadero líder es aquel que reconoce su realidad emocional y la gestiona adecuadamente. Sabe que el éxito directivo, profesional y personal está más ligado a las competencias emocionales que al coeficiente intelectual. Entre el 70% y el 90% del éxito en puestos directivos depende de las competencias emocionales y el resto de las aptitudes intelectuales. Así que no es extraño que Goleman insista tanto en que la inteligencia emocional es el ingrediente fundamental de la competitividad en el nuevo paradigma económico.

Arturo Merayo es un convencido empedernido del poder de la comunicación. Es más, es un verdadero entusiasta de la gente a la hora de descubrirles sus cualidades comunicativas y potenciarlas al máximo.

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