“Los médicos deberían estudiar humanidad”, gritaba un paciente anónimo en la sala de espera de un centro de salud, haciendo referencia a la falta de sensibilidad y educación que, según él, había recibido minutos antes de esa declaración. Otros gritos se unieron a estos primeros cuando una mujer solicitaba determinada información en el mostrador de atención al paciente y, la encargada del mismo le preguntó irónicamente si era tonta porque no se estaba enterando de nada de lo que le estaba explicando.
Se trata de una penosa imagen del comportamiento de las personas. Se tenga, o no, razón, no debemos faltarnos al respeto, incluso si antes hemos sido agraviados. No se consigue nada gritando e insultando a la persona que nos ha injuriado. Debemos mantener la calma si nuestro objetivo es conseguir que se nos atienda correctamente, por ejemplo, y actuar con inteligencia. Y, por supuesto, procuremos no caer en la tentación de ganar el premio al insulto más barriobajero.
Es muy difícil mantener un comportamiento sereno cuando la situación nos es adversa. Sin embargo hay que intentarlo. Muchas veces recuerdo lo que me decía mi madre cuando contestaba a alguien con un berrido: “Antes de responder cuenta antes hasta diez”. Nunca conseguimos nada positivo desde una postura de confrontación, de resentimiento.
Cuando he hablado sobre este tema con personas de mi entorno, algunas de ellas justifican este tipo de comportamiento, del insulto por insulto, afirmando que no consienten que nadie se ponga por encima de ellas. Considero que cuando una persona falta al respeto a otra, lo que consigue es precisamente lo contrario, se sitúa en una posición inferior. Sin embargo, parte de la sociedad en la que nos encontramos no piensa igual, y tienen el ejemplo en la televisión. Concretamente en los programas de la llamada prensa del corazón, en los cuales las críticas y los insultos son el hilo conductor de la información que ofrecen. En estas emisiones se puede comprobar que cuando se critica o se hace un juicio de valor no se tiene en cuenta si a la persona, objeto del comentario, se le va a hacer daño, no se tiene en cuenta sus sentimientos. Simplemente los colaboradores de este tipo de programas buscan la forma de hablar correcta para evitar una denuncia en el juzgado.
Recuerdo un caso protagonizado en un programa de una cadena privada. Una colaboradora habitual provoca a un invitado para que le pegue, declarado por ella misma, pero no lo consigue. Lo que sí logra es presentarle una denuncia por injurias, y según adelanta en el programa, con el dinero que gane se va a pagar la hipoteca.
El medio de masas por excelencia, la televisión, enseña a la sociedad que lo que funciona es la provocación, el insulto, el ganar dinero sin importar el método usado.
Estoy convencida que esta forma de comportarse ni es la correcta ni la efectiva. Prefiero pensar que lo más inteligente es actuar como nos dice Dale Carnegie en su libro “Cómo ganar amigos”: “Aun cuando tengamos razón y la otra persona esté claramente equivocada, solo haremos daño si le hacemos perder el prestigio”.
Publicado en www.protocoloimep.com