Ser Comunicación

Engañar no es rentable

Siempre cuando se lee un libro hay frases que te llaman la atención. Cuando leí “12 pilares de la venta” de Barry Faber me llamó la atención la afirmación siguiente: “los estudios demuestran que el principal miedo de la mayoría de la gente no es a la muerte (número dos en la lista), sino a hablar en público”. En otra ocasión, durante la lectura de “El camino fácil y rápido para hablar eficazmente” de Dale Carnegie me resultó graciosa la referencia a que: “los oradores que dicen estar tan frescos como una lechuga en todo momento, tienen por lo general la misma sensibilidad que una lechuga y la misma inspiración que una lechuga”.

Estas dos citas se pueden aplicar, perfectamente, a lo difícil que resulta enfrentarse a un público que está esperando a oírte hablar. Pero si dejamos nuestro orgullo de lado un momento, lo que también resulta inquietante es dudar si ese auditorio va a disfrutar con tu intervención. Por esto, es triste cuando llegan a tus oídos comentarios sobre la escasa preparación de algún profesional a la hora de dar una conferencia. Es cierto que a algunos nos cuesta más que a otros, pero jamás debemos faltar al respeto de las personas que han decidido, libremente, pasar parte de su tiempo contigo.

Recientemente una amiga ha asistido a una conferencia ofrecida por un profesional de la psicología. Mientras tomábamos un café fue contándome como durante el transcurso del parlamento su asombro iba aumentado hasta límites insospechados, ya que todo lo que decía este experto estaba segura de haberlo oído o leído antes en algún otro sitio. Estaba tan convencida de su memoria que nada más llegar a casa, enchufó el ordenador, se conectó a Internet y en el buscador escribió literalmente el título de la conferencia. Sus dudas estaban aclaradas. En las primeras entradas estaba toda la información que el orador había empleado durante la conferencia y que había presentado como propia: “¡hasta los ejemplos personales los ha sacado de internet!”, me comenta mi amiga indignada ya que se siente engañada.

Considero que si cualquier conferenciante no se muestra ante su público con total sinceridad es improbable ofrecer un discurso creíble, y por lo tanto, es imposible que el orador sea digno de confianza y de credibilidad.

Un discurso tiene “que nacer de dentro”, explica Roberto García Carbonell durante un curso. Todo lo que digamos tiene que ser cosecha propia, de nuestra experiencia, y también de lo que leemos, escuchamos o vemos. De ahí la importancia de “hacer archivo” tal y como afirma Arturo Merayo. Y todo este esfuerzo ¿por qué? Porque “la mejor manera de ganarse la confianza es merecerla. La segunda manera de ganarse la confianza del auditorio es relatar, discretamente, cosas de nuestra experiencia”. (Dale Carnegie, “Cómo hablar en público”).

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