Se nos encoge el corazón cada vez que nos dicen de un conocido tal persona ha fallecido, sobre todo si es un amigo o familiar cercano. En mi caso, mi primera reacción es rezar por su alma y mi primer pensamiento es para la familia. Orar para que esté lo más cerca que pueda estar de Dios y recordar a su familia directa para poder acompañarla en su duelo.
Y desde el año 1975, en España, esa aflicción es absorbida por la arquitectura del tanatorio, lugar en donde se da el pésame y que se encuentra «desligado de referencias a la vida del difunto» lo que allana el periplo de los que sufren la pérdida, indica la publicación ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? Meditación cristiana en el duelo.
Además el tanatorio es un terreno neutral, es decir, en donde nadie se siente incómodo por sus creencias. Una persona puede acercarse para despedirse de su amigo sin participar, si se da el caso, de la celebración litúrgica de las exequias, ya sea en la capilla del tanatorio o una iglesia fuera de dicho edificio, si no es creyente.
Lo que no puede ser imparcial es el comportamiento, este debe ser educado y respetuoso. Bien es cierto que el tanatorio no es un lugar sagrado, sin embargo nuestra actitud debe ser como si lo fuera. Hablar en voz alta, escuchar llamadas de móviles, saludar efusivamente a ese conocido que solamente ves en momentos cruciales de la vida o formar corrillos de amigos no son actuaciones propias de un velatorio.
No considero que para comportarse de esta manera sean necesarios conocimientos de buenos modales, simplemente la persona debe tener sentido común, es decir, tener capacidad para entender en qué situación se encuentra y actuar en consecuencia.