Hace unos días fuí al cine a ver la película Black Panther y durante la proyección disfruté cada vez que había alguna escena o frase que me acercaba al mundo del ceremonial.
Hubo concretamente una frase pronunciada por una guardia real. No me acuerdo de las palabras exactas pero decía algo así como “Yo protejo el trono, no a quien se sienta en él”.
Esto me recordó mi convinción de que los puestos de protocolo o de comunicación de una institución oficial deben ser ocupados por oposición, no por personal de confianza. Un organismo público debe tener su departamento de protocolo y de comunicación con la finalidad de trabajar para la imagen de la institución y no de la persona que ocupa su presidencia. Y esto no quita que la autoridad política tenga, si quiere, a su responsable de protocolo de confianza. Pero la institución debe tener el suyo propio.
Muchas veces confundimos esta cuestión. Pensamos que el profesional del protocolo de un ayuntamiento, por ejemplo, trabaja para el alcalde, pero no es así, debe trabajar para el ayuntamiento, independientemente de quien ocupe la alcaldía. Cuando esto no se produce provoca las irremediables sustituciones cuando cambia el presidente de la institución y dicho cambio conlleva una ruptura en la imagen y en la comunicación de la institución.
Forjar el prestigio de una institución no se logra en períodos de cuatro años, sino que es trabajo de muchos años y su mantenimiento es labor diaria que no debe ser interrumpida. Es necesario recordar que interrumpir es ”cortar la continuidad de algo en el lugar o en el tiempo”. Y ¿qué beneficio tiene para una institución oficial que su imagen se vea truncada?
La buena imagen de un organismo no se consigue con la labor de un departamento que se va modificando conforme va cambiando el titular de su presidencia. Es trabajo continuado en el tiempo por un equipo cohesionado y profesional. Por esto, podemos afirmar que el protocolo protege la institución, independientemente de quien ostente su representación.
©Portugal Bueno, 2018