Las organizaciones no gubernamentales (ONG), las asociaciones, surgen en defensa de los derechos humanos. Son el canal por excelencia para que la sociedad se comunique con los responsables de la dirección política y administrativa del gobierno. Esto supone una convivencia con dichos dirigentes.
Hace cuarenta y siete años Martin Luther King también se tuvo que sentar a trabajar con los políticos de su tiempo, pero supo ocupar su lugar. Sabía dónde tenía que estar, consiguiendo, de esta manera, más rentabilidad a su labor.
El martes 28 de agosto de 1963 alrededor de 250.000 personas se dieron cita en el Licoln Memorial de Whashintong respondiendo a la llamada de Luther King y a favor de los derechos civiles. El éxito de este acto no fue algo aislado, y ni mucho menos algo espontáneo. Todo estaba estudiado hasta el más mínimo detalle, porque si se quiere que algo tenga éxito no se debe dejar nada al azar ni a la improvisación.
En esta ocasión el presidente del momento, Jonson, le pidió a Luther King que suspendiera la marcha, ya que él estaba tratando de convencer al Congreso para firmar la ley de derecho a voto de los negros. Pero Luther King le replicó que la comunidad negra había esperado demasiado y prosiguió con su convocatoria de la marcha.
Cuando uno lucha por la defensa de unos ideales, propios y ajenos, debe saber el lugar que le corresponde, y debe ocuparlo, porque no lo hace como Martin Luther King, en este caso, sino como todo el conjunto de la sociedad negra. Martin Luther King, a parte de su preparación, iba perfectamente vestido, sus modales eran correctos, porque para él también era muy importante su responsabilidad de representación en la imagen. Si Martin Luther King no hubiera cuidado al máximo este aspecto de su lucha, no hubiera conseguido todo lo ganado.
Cuando se firma un convenio, cuando se va a una rueda de prensa, en defensa de los derechos e intereses de otras personas, y en representación de otras personas, al igual que uno se prepara para su intervención, también debe cuidar su imagen, y por supuesto saber el lugar que debe ocupar, y ocuparlo. En dichas ocasiones no hay que ser humilde, porque dicha humildad en este contexto se convierte en negligencia.
Las asociaciones organizan actos para dar a conocer su labor a la gente, sensibilizar a la sociedad y, de este modo, conseguir apoyos, ya que ninguna organización sale a flote si no tiene adeptos. Sin embargo, para conseguir sus objetivos, para organizar actos, también necesitan la colaboración de los políticos y los empresarios. Pues bien, para sacar el máximo partido a esa colaboración, se debe conocer cómo funcionan los políticos y los empresarios en el ámbito de su relación con las ONGs de cara a la sociedad, es decir, en su protocolo oficial y empresarial. Conociendo sus pautas, las asociaciones pueden conocer y ocupar su puesto. Incluso, puede darse el caso de tener que “exigir” ocupar dicho puesto, ya que es el derecho de todas las personas a las que representan.
Muchas veces, sólo hace falta mirar las fotografías de los periódicos, o las imágenes de la televisión, para darse cuenta que esa usurpación existe. Y no es justificación decir: “a mi no me importa, lo importante es que se haya celebrado”, o que se haya firmado, como por ejemplo un convenio. A los representantes de las asociaciones si que les debe importar y si no es así es mejor que dejen a otros ocupar la representación de la organización. A las ONGs les interesa que la gente conozca su labor, para poder subsistir, y “si algo no comunica, no existe”.
Si para lo más cotidiano y corriente aprendemos y seguimos unas normas, pues para organizar un acto que es importante para nosotros, sería absurdo no aplicar sus pautas de actuación.