El acto de homenaje de Estado a las víctimas del coronavirus y de reconocimiento a la sociedad ha sido objeto de numerosos análisis y reflexiones. Esta ceremonia ha originado cientos de artículos en medios de comunicación y en blogs.
Uno de los aspectos más destacados ha sido enfatizar que esta celebración en honor a los fallecidos por la COVID-19 estaba alejada de cualquier matiz religioso.
Esto es comprensible ya que su organizador fue Presidencia del Gobierno. Así lo explico en el artículo El Estado español solo organiza actos oficiales y aconfesionales.
Es cierto que en anteriores actos de homenaje de víctimas por terrorismo o por catástrofes, por ejemplo, el Estado ha participado institucionalmente en celebraciones litúrgicas.
Afrontar lo oficial y religioso
El hecho de que el Estado organice una ceremonia en honor a nuestros muertos por el coronavirus, así como su presencia institucional en las exequias litúrgicas también celebradas en su memoria, no tiene que extrañarnos tanto. Todo entra en la normalidad de nuestra sociedad y en la coherencia constitucional.
Tras leer determinados comentarios, siempre hay alguien que aprovecha cualquier circunstancia para atacar la identidad histórica de España en relación a nuestras tradiciones religiosas.
Es curioso cómo estas personas han ensalzado el carácter civil del acto de homenaje enfrentándolo con anteriores manifestaciones religiosas. Aunque no se han percatado que la estructura de la ceremonia organizada por el Estado tiene una sospechosa similitud con la celebración litúrgica de la santa misa.
Similitudes entre el acto civil y religioso
El acto del 16 de julio se abrió con un repique de campanas de trece toques, con la entrada de la autoridad que presidía el acto y recibido con todos los asistentes en pie, y con la interpretación del himno nacional. Hay que decir que en la tradición religiosa dicho repique es el toque fúnebre. Aplicando ya la similitud con la celebración litúrgica de la eucaristía, esta comienza con el sonido de campanas anunciando el inicio del acto. El sacerdote es recibido por la comunidad en pie y a su llegada se realiza el canto de entrada.
El acto civil continúo con el discurso de dos personas relacionadas con el objetivo del mismo y el último discurso fueron las palabras de la presidencia del acto, Felipe VI. En la celebración de la misa, la liturgia de la Palabra se estructura con la primera y segunda lectura a cargo, en ocasiones, de dos fieles, y finaliza con el Evangelio y la homilía del ministro que preside la eucaristía.
En la Plaza de la Armería del Palacio Real de Madrid se instaló una estructura redonda que acogía un pebetero y en donde diferentes invitados iban depositando rosas blancas. Se podría decir que tiene cierta similitud con la presentación de ofrendas en el altar al principio de la liturgia eucarística.
En el acto de homenaje todos los invitados escucharon de pie un poema. Al igual que los fieles rezan el padrenuestro.
Reflexión
En definitiva, el pueblo español vive y participa con naturalidad en diferentes actos en donde lo oficial y lo religioso conviven, como es el caso de las fiestas patronales, y así lo reflejo en el artículo Es tiempo de fiestas patronales.
Creo que el ámbito institucional debería tomar ejemplo, y los comentaristas dejar de cuestionar la legitimidad de que autoridades oficiales participen en actos religiosos y de que autoridades eclesiásticas participen en actos públicos.
Fotografía: casareal.es
©PortugalBueno2020
Pingback: Cualidades religiosas en actos civiles | Parroquias de Oleiros Norte