Ser Comunicación

¿Cómo aliviar con palabras?

A pesar de leer libros de técnicas de hablar en público, de invertir horas en oratoria, y de poner en práctica todo lo que voy aprendiendo, existen circunstancias en las que no sé cómo aplicarlo. Y reboso rabia e impotencia porque no puedo ayudar a la persona que tengo enfrente. Cuando alguien me expresa abiertamente su dolor no sé como asimilarlo. Me supera. Soy incapaz de recoger ese sufrimiento y transformarlo en alivio con la ayuda de las palabras.

El asesor de comunicación y escritor Ferrán Ramón-Cortés en su libro “La isla de los 5 faros”, afirma que: “En esta vida, acabamos enseñando lo que más necesitamos aprender”. Cuando leí esta cita, al mismo tiempo que me llamó la atención, me llenó de dudas porque no llegaba a entenderla. Ahora creo que sí. Aspiro a enseñar oratoria porque necesito aprender cómo consolar al que está sufriendo, al que se desahoga frente a mí. Y considero que solamente puedo ayudar liberándole de su carga durante un instante. Y todo esto a través de la palabra.

No sé qué decir a esa persona que manifiesta su convicción de que ya no podían ocurrirle más fatalidades hasta que la vida le impone otra desgracia. Y cuando este prójimo sigue hablando y te confiesa que está un poco enfado con Dios, os aseguro que notas cómo los ojos se van humedeciendo, la boca secando, el corazón acelerando, mientras la mente intenta buscar algo qué decir para consolar a esa mujer. Son milésimas de segundos que se hacen eternos porque, realmente, no sabes ni qué ni cómo decirlo.

La persona que expresa su dolor no quiere entablar una conversación, no quiere contarte una historia, no quiere convencerte absolutamente de nada. Simplemente quiere aliviarse, porque de esta manera consideramos que al contarlo nuestro dolor disminuirá, aunque sea por un breve periodo de tiempo. Al compartir el dolor parece que éste también se divide.

Sin embargo, ante esta situación es muy difícil no decir nada. Siento la imperiosa necesidad de decir algo y ¿por qué? Creo que porque así nosotros mismos nos ayudamos a sentirnos mejor en esa situación. Pero, si no se nos ocurre nada, silencio. Escucha. Y cuando la otra persona se calle y nos mire directamente a los ojos buscando algo que sabe en el fondo de su corazón que no lo puede encontrar, tener las palabras adecuadas para regalárselas y para hacerle sentir que su dolor tiene un sentido, que no es gratuito. ¡Esto es lo que yo quiero saber! ¡Lo que yo quiero aprender!

Hasta el momento sólo he aprendido una cosa: en este tipo de situaciones es mejor no decir nada. Sin embargo, me califico de cobarde al actuar así, aunque prefiero callar y escuchar antes de decir lo primero que se me ocurra o los tópicos de siempre. Para mí, esto es un insulto al dolor que se te está mostrando.

Deja un comentario