La elección del prologuista de un libro no es tarea baladí, por lo menos para mí. Pero sí expectante y emocionante. ¿Aceptará?
Sabemos que el prólogo puede ser escrito por el propio autor de la obra. Nunca he barajado esta opción.
Desde que me introduje en el mundo de la investigación académica, me di cuenta de lo esencial que es compartir el conocimiento. El saber que si nosotros, como investigadores, hemos llegado al punto C, es gracias a otros que llegaron antes al A y al B.
Por esto, cuando cierro un texto pienso, ¿a quién puedo invitar para compartir firma en este proyecto? ¿Quién puede poner la guinda a este pastel?
Como veis, para mí es muy importante. Así que imaginaos la ilusión que siento cuando otro autor me invita a escribir el prólogo de su libro.
Ya seas el solicitante o el demandante del prólogo, el protocolo a seguir ¿es el mismo? Sí, es la cara y la cruz de una moneda.
La esencia de un buen prólogo es la conexión existente entre las dos firmas, el autor y el prologuista, tanto a nivel profesional como social.
¿Cómo elegir al prologuista?
Lo que busco en un prologuista es que sea una:
- Persona que conozca el tema sobre el que versa el libro.
- Persona que conozca al autor.
Es igual de importante que el prologuista conozca tanto el tema como al autor para su valoración. La conjunción de estos dos conocimientos va a dotar al prólogo de razón y corazón. De esta manera, el prólogo cumple sus dos funciones fundamentales:
- Función informativa.
- Función emocional.
Creo que estas dos funciones consiguen la persuasión necesaria para atrapar al lector.
¿Cómo ejercer de prologuista?
En cuanto a la redacción de un prólogo, el autor del mismo debe dar respuesta a lo indicado anteriormente.
El prologuista debe conocer la materia del libro para encontrar la originalidad y la novedad de la obra con respecto a otras publicaciones de la misma temática. Y debe conocer a su autor, para otorgar a su argumentación del sentimiento capaz de captar al lector.
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