Desde hace varios años, octubre es un mes de buenos titulares para mí. En octubre nació una de mis hijas, y en uno más cercano me concedieron un premio. Podría afirmar que durante este mes, además de despedirme del verano, doy la bienvenida a hechos con bastantes rasgos de convertirse en noticias de primera página para mi particular, único y subjetivo recorrido por este mundo desde el ámbito social y profesional.
Por esta razón siempre recibo con una sonrisa a octubre, como se debe recibir a las visitas, las esperadas como las no tanto. Una sonrisa sincera, de esas que no buscan nada a cambio y cuyo objetivo es conseguir que el otro se sienta importante cuando está contigo. Es decir, tienes que olvidarte de ti para poder servir a los demás con todas las facultades en alerta y en activo al cien por cien. Quien actúa de esta manera es un verdadero anfitrión y serlo no es fácil.
En el siglo XVIII ser anfitrión se consideraba una profesión, tal y como lo definió el primer periodista gastronómico de la historia, Grimod de la Reynière: “Este atractivo papel comporta muchas dificultades y para desenvolverse bien se necesita una buena educación y un conocimiento tan profundo de las personas como de la comida”. Desgraciadamente, en la actualidad este aprendizaje en las relaciones sociales se ha perdido para convertirse en una formación curiosa de gentes que se preocupan por su participación en la sociedad. Pero, ¿no estamos todos destinados a formar parte de la historia?
En nuestra vida protagonizamos un sinfín de películas pero solamente representamos dos papeles, el de anfitrión y el de invitado. De cada uno de nosotros depende que nuestra participación sea digna de un Òscar o de un Razzie. Conseguirlo no es fácil, pero sí su comienzo. Solamente necesitamos una cosa, afabilidad.
Pedir algo con una sonrisa, recibir a un familiar con cortesía, atender una solicitud amablemente. Cualquier acción o acto que emprendamos con una sonrisa tendrá muchas más posibilidades de alcanzar el objetivo propuesto, ya que logramos que la otra persona adopte una actitud positiva hacia nosotros desde el principio.
Y aunque sonreír es relativamente fácil, no lo es tanto su práctica diaria. Tenemos que esforzarnos y practicar en todas y cada una de las oportunidades que nos ofrecen nuestras relaciones sociales y profesionales. Como dice en numerosas ocasiones John Hammond en la oscarizada película de Steven Spielberg:”No he escatimado en …” sonrisas.
Yo, por si acaso, voy a seguir recibiendo con una sonrisa a octubre por todo lo bueno que me ha ocurrido durante sus días y por lo que está por llegar. Y a todos ustedes les doy la bienvenida y les agradezco que hayan comenzado conmigo esta relación. Sólo mi esfuerzo y mi preocupación por agradarles transformará este principio en una auténtica amistad.