Tres mostradores independientes en hilera formando la recepción de un hotel y delante de ellos una fila de clientes esperando que uno se quede libre para acercarse a el y ser atendido por el personal del establecimiento hotelero.
Como suele ocurrir en estas situaciones, o por lo menos esa es la percepción que tenemos cuando estamos en dicha situación, los minutos pasan muy lentos y la paciencia se acelera. Sin embargo, lo que nunca nos podemos permitir es que nuestra educación se descontrole.
Cuando existe una sola cola da igual cuál es la acción que tienes que realizar con la ayuda del empleado del hotel, por ejemplo, ya sea realizar una entrada a la habitación como una salida de la misma. Pero parece que esta forma de ver las cosas no es compartida por todas las personas, sobre todo por aquellas que están convencidas de que dejar la tarjeta de la habitación tiene prioridad sobre las que la recogen.
Por desgracia, he sido testigo en primera persona de cómo un matrimonio, alrededor de los 60 años, se ha posicionado por encima del resto en su convicción de que ellos no tenían que guardar turno ya que simplemente iban a dejar la llave de la habitación. El resto hemos callado para dejar que el responsable explicara a esta pareja que, quizás, podían estar equivocados y que tenían que esperar su turno igual que los demás huéspedes. El final se ha «resuelto» con una empleada llorando auxiliada por un compañero y un cliente alejándose con ademanes violentos y voz en grito.
Considero que existen formas más elegantes de resolver una situación, como por ejemplo, aceptar realizar la acción que te solicitan para después, en tu turno, poner la reclamación que consideres justa y adecuada a tu percepción.